Domingo 5 de marzo, 17:00 horas.
Palacio Euskalduna, Bilbao: «
Musika-Música«. Concierto nº 50, Auditorio:
Miren Urbieta-Vega (soprano),
Ainhoa Zubillaga (mezzo),
Gustavo Peña (tenor),
David Menéndez (barítono),
Coral de Bilbao (director:
Enrique Azurza),
OSPA,
Perry So (director).
A. Dvořák:
Stabat Mater, op. 58, B. 71. Entrada
12 €.
Todo llega a su fin y mi particular maratón bilbaína debía terminar con esa estampa de la
Madre Dolorosa en un símil de la música dramatizada desde
Mahler a este
Dvořák, de vidas paralelas donde la muerte se hace obra de arte en sus músicas, todo un placer además con
la orquesta asturiana y la batuta de
So más un cuarteto solista al que conozco desde hace tiempo, con «La Zubillaga» reinando entre «
las mezzos de Bohemia» y mi querido
David Menéndez en el cuarteto solista en una partitura que me consta le gusta
hace años interpretarla.
Obra estrenada en Praga en 1880 aunque el espaldarazo lo tendría en el
Royal Albert Hall londinense cuatro años después con el propio compositor a la batuta, reconocimiento británico que por entonces lo era mundial, lo que supondría
al checo encumbrarse entre los grandes. Con momentos que pueden recordarnos al
Requiem de Verdi en cuanto al tratamiento vocal e instrumental, esta obra nos deja al mejor
Dvořák religioso no tan programado como el sinfónico.
Tomando de nuevo las notas al programa de
Mercedes Albaina, el
Stabat Mater es la «
expresión del dolor terrenal de una madre que asiste al sufrimiento y la muerte de su hijo (…) en el caso de Dvořák (…) está íntimamente ligado a la tristeza que causó en el compositor y en su esposa la muerte, en el breve espacio de veinticuatro meses, de las tres criaturas que habían tenido en los tres primeros años de su matrimonio (tendrían después otros seis hijos, que alcanzaron la edad adulta)«.
De esta partitura
del checo destaca que «
es una de sus obras más sentidas: genuina en su concepción y profundamente humana en su expresividad. Su doloroso punto de partida y el talento innato del compositor, la llenan de veracidad y de una naturalidad que no desborda los límites del decoro. De esta forma y sin perder un ápice de su eficacia comunicativa, la música enlaza el necesario carácter dramático de los versos, con un hondo y sencillo lirismo, que mantiene una llama de esperanza y contribuye a iluminar el extraordinario final«, y así entendieron todos los músicos sobre el escenario este
Stabat Mater de Dvořák, veraz y natural sin desbordarse nadie en ningún momento desde el dominio del maestro
So.

Buena entrada orquestal y del coro para el primer
Stabat mater dolorosa (Andante con moto), orgánico en lo instrumental y empastado vocalmente con agudos algo tirantes pero de dinámicas amplias, reguladores trabajados y más tras la «Resurrección» del
día anterior, musicalidad en las intervenciones vocales de sopranos y tenores mecidas por una orquesta que con el
director chino parecen más presentes a la vista del mimo con que llevó la instrumentación, bien balanceada para matices extremos. Potente y sentida la entrada del
tenor canario como también la de la
soprano donostiarra, con el coro y orquesta compartiendo más que rivalizando este hermoso número, preparando al
barítono asturiano de graves redondos revestido de sus compañeros solistas en el cuarteto.

El cuarteto
Quis Est Homo (Andante sotenuto) hizo brillar a unos solistas solventes, de color y emisión idóneos en cada entrada:
Zubillaga fraseando el latín con perfecta dicción,
Peña sumándose en igualdad de condiciones, siempre acunados por una
OSPA tan melódica como ellos, entrando
Menéndez desde un grave rotundo antes de sobrevolar su agudo a las contestaciones de los dos anteriores y seguidamente
Urbieta-Vega rematando un número sentido emocional y musicalmente, de empaste ideal muy difícil de encontrar, donde los metales sonaron cual órgano reforzado por una cuerda grave en unas texturas de excepción bien tejidas por
So.

El coro
Eja, Mater, fons amoris (Andante con moto) ejecutado por el
coro local (que dirige
el tolosarra Azurza) con corrección permitió disfrutar de presencia por lo nutrido y manteniendo gusto en su línea de canto, nuevamente apoyada por una orquesta que ayudó a la cuerda de bajos a empastar con el resto desde unas sopranos contenidas y seguras, matizadas desde un
tempo que dejó escuchar la escritura vocal doblada y completada por una cuerda más madera idealizando este tercer número, algo similar al quinto
Tui nati vulnerati (Andante con moto).


Otro placer escuchar el cuarto número con
David Menéndez y el coro
Fac, ut ardeat cor meum (Andante con moto quasi allegretto) por aplomo, seguridad, potencia y buen gusto en una voz lírica que brilla con luz propia desde hace años y en
partituras sinfónicas como esta de
Dvořák recreándose desde un color propio igualado en todo el registro con graves que ganan cada año sin perder el agudo siempre seguro y cálido, más el coro de voces blancas con órgano delicados arropando esta página, para unos metales y maderas que parecieron sonar como teclado de tímbrica celestial.
Gustavo Peña tuvo su protagonismo con el coro en el sexto número
Fac me vere tecum elere (Andante con moto), contenidos en su canto para disfrutar del tenor bien arropado por la orquesta en ese registro poco cómodo que solventó sin problemas, de aire y matices ajustados por todos en una página realmente difícil y arriesgada.
Otro de los momentos emotivos resultó el dúo femenino
Fac, ut portem Christi mortem (Larghetto) por colorido, empaste y orquesta, luciéndose todos en un tiempo para el reposo que permite escuchar todo lo escrito desde el brillo de
Urbieta y
Zubillaga dando aún más luz pese al dramatismo del pasaje descrito con palabras engrandecidas por la música.
De nuevo emergió «la mezzo» como registro natural de graves coloridos para el
Inflammatus et accensus (Andante maestoso), una
Ainhoa Zubillaga que volvió a gustarme sin reparos, majestuoso el tiempo y el acompañamiento para saborear la agilidades nunca pesantes antes del final triunfal
Quandus corpus morietur (Andante con moto) sentido por todos en un
crescendo también emocional marcado por los solistas antes del
tutti que coro, órgano y orquesta abrazaron para elevar a esperanza el dolor, vida en la muerte y música desde los sentimientos más profundos hasta el último «Amén» perdiéndose en un
pianissimo arrebatador.

Perfecto colofón por
obra e intérpretes a esta fiesta de la música en Bilbao, con el coro de
Enrique Azurza al que sigo felicitando por el esfuerzo (y más entonado que
en Mahler), cuatro solistas brillantes en solos, dúos y cuarteto y un
maestro So que con solvencia contagió seguridad a todos dejando un
Dvořák para el recuerdo, con un órgano real, una cuerda vibrante y un viento a ráfagas cálidas para un público entregado y los «vecinos» felices de esta musical «Marca Asturias» con Perry
So-berbio al que la
OSPA no debería
dejar escapar esta vez.

Hacia las ocho de la tarde tomamos el camino de vuelta con la mochila cargada de sensaciones y otro fin de semana en Bilbao «con la música por chapela»… auténtica fiesta en el Euskalduna donde me caía la baba viendo el ambiente, familias, estudiantes, turistas de todas partes congeniando y compartiendo con músicos tantos momentos inolvidables. Apostar por la cultura marca diferencias, toda una inversión en futuro que cada año recoge beneficios para todos los gustos. Se hace difícil encajar conciertos ante la catarata de la oferta que crece en cada edición, pero como en un «buffet musical» los gustos son personales y la carta amplísima. Quedaron muchos y buenos conciertos de cámara por disfutar, conferencias y encuentros con artistas que hubieran redondeado este inicio de marzo. Las charlas entre aficionados y algunos músicos amigos antes, durante y después también enriquecen. Llegado a casa conocemos el tema de Musika-Música 2018: La música en el periodo de entreguerras, todo un desafío para programadores, intérpretes y melómanos que tenemos marcado este fin de semana en nuestro calendario musical.
Gracias por hacernos felices.
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-2.944907
Abandoibarra Etorb., 4, 48009 Bilbo, Bizkaia, España
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