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La OSPA desde La Cuna

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Viernes 9 de octubre, 18:30 horas. Real Sitio de Covadonga, Basílica. Concierto extraordinario OSPA; solistas de violín: Alexander Vasiliev, Eva Meliskova, Héctor Corpus, Pedro Ordieres; director: Rossen Milanov. Obras de Vivaldi y Tchaikovsky. Entrada gratuita.

Arranca la temporada de las bodas de plata de nuestra Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y nada mejor que haciendo nuevamente este peregrinaje a Covadonga, la cuna de España, con toda la simbología que ello conlleva, de la mano de su titular y con cuatro solistas de la propia formación que afronta un curso de obras señeras alternando con estrenos y visitándonos directores e intérpretes muy vinculados a la orquesta de todos los asturianos.

Largas colas que me recordaban la Novena de la Santina y un lleno en la Basílica con público llegado en autobuses especiales desde las principales ciudades asturianas y en coches particulares, lo que hizo algo lenta la vuelta a casa pero mereciendo la pena, con dos números cuatros que fueron cual campanadas para este éxito sinfónico, congregando a muchos abonados al lado de aficionados y jubilados que aprovecharon una tarde otoñal muy agradecida.

Las cuatro estaciones, op. 8 (1725) de Antonio Vivaldi puede que sea el conjunto de cuatro conciertos más popular y escuchado de la historia por el gran público, agradecida de escuchar en cualquier versión y estilo interpretativo, que además tuvo cuatro solistas de verdadero lujo para cada una de ellas, cuatro violinistas y artistas que dieron su personal impronta arropados por una orquesta de cámara con clave que sonó siempre poderosa en los graves y clara en los agudos, buen entendimiento y equilibrio entre todos, intentando resumir cada uno de los cuatro conciertos y músicos:

Pedro Ordieres nos dejó una primavera asturiana, inicio algo frío y como «intentos de alergia» hasta ir entonándose a medida que avanzaba, calentando el aire con líneas limpias y tiempos nada vertiginosos que buscaron el color desde una versión muy inglesa, como era de esperar en él, bien arropado por una «camerata de casa».
Héctor Corpus brindó un verano atlántico, cálido pero no plomizo, disfrutando los momentos lentos y degustando los vivos en una cascada de refrescantes gotas desde un clave en el punto justo, peso y poso de violín.

Eva Meliskova nos pintó el mejor cuadro de un joven otoño en Praga, con rubatos sentidos y entendidos por Milanov y el «grosso» desde un romanticismo interpretativo que no olvidó la fuente barroca, sonido muy presente y redondo lleno de musicalidad plena para la estación más vivaldiana.
Nadie mejor para el invierno ruso que Alexander Vasiliev, el magisterio de los años como el de los buenos licores, dominador de técnica y discurso melódico capaz de presentarnos los copos de nieve como diamantes tallados en un aro bien engarzado por una camerística formación de pizzicati redondos que el titular llevó de la mano según cada solistas, siendo un metafórico invierno que espera la primavera de una jubilación nunca total en los músicos.

Lo dicho, cuatro estaciones por cuatro magníficos, cuatro historias como cuadros sonoros con distintas lenguas y el mismo idioma de la música bien ejecutada.

Y el último cuatro, el cuadrado como perfección de los cuatro movimientos de la Sinfonía nº 4 en fa menor, opus 36 (1877-1893) de Tchaikovski, para una orquesta en pleno, plena de buen gusto y sonido, ayudada por la excelente acústica del templo tan bien pintado por «el alemán de Corao» esta vez esculpido por «el búlgaro de la OSPA«, conocedor de memoria al detalle esta maravilla sinfónica así como del material humano con el que cuenta para sacar de todas las secciones la mejor versión posible, esta vez plegadas al escultor. La cuerda sonó siempre mordiente, hiriente, trágica y plena, sin problemas en ningún pasaje, la madera siempre impecable con los solistas encajando todos los detalles, más que pilares gárgolas, la percusión bien ubicada y apareciendo en el primer plano preciso, pero sobre todo unos metales afinados, empastados, potentes y brillantes en perfecto equilibrio con el resto de la plantilla, estabilidad total de cada familia instrumental dando presencia a las melodías que conforman esta cuarta de verdadero lujo, edificio musical lleno de emoción desde la sobriedad. Hoy la Basílica de Covadonga se volvió Catedral sonora y la piedra rosada devolvió una música multicolor por la que pasaron todas las estaciones con una predicción «metereológica» optimista tras el concierto desde la cuna.

Recuperando patrimonio musical

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Jueves 8 de octubre, 21:00 horas. Catedral de León, XII Ciclo Música históricas: «La sonata en el siglo XVIII español«. Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla: Alexis Aguado (violín), Guillermo Peñalver (flauta), Mercedes Ruiz (chelo), Alejandro Casal (clave), Ventura Rico (contrabajo). Obras de los Hermanos Pla (Joan Baptista Pla y José Pla), Francisco Manalt, L. Boccherini y Manuel Cavazza. Coproducción FIOCLE y CNDMEntrada gratuita.

Dentro del Festival Internacional de Órgano Catedral de León (FIOCLE) llegaba este concierto recuperando música de cámara que sonaba en aquellos años de transición de estilos, barroco, galante, preclasicismo, con un quinteto de solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla, muchos de ellos conocidos y habituales en otras formaciones, que jugaron en número según las obras, trío, cuarteto y quinteto colocados en el crucero de la Pulchra Leonina cuya reverberación ayudó a una sonoridad íntima, jugando con el color y la tímbrica de unas composiciones recuperadas sonando actuales desde una interpretación clara, precisa, conjuntada y escrupulosa.

Los hermanos Plá, Joan Baptista (ca. 1720-1773) y José (1728-1762), una saga de excelentes instrumentistas de viento afincados en Vic y/o Balaguer, y compositores muy apreciados la Europa de mediados del XVIII, abrieron y cerraron programa con dos Triosonata, la segunda y la sexta de las «6 Sonatas para dos flautas alemanas, violines u oboes bajo para clavicordio o cello» (Londres, 1754), de receta puramente barroca en cuanto a tres movimientos bien contrastados disfrutando de la formación completa de este quinteto, música muy trabajada con peso en el violín y la flauta (Rampal amaba estas música y Peñalver con el traverso superó el nivel del virtuoso francés) en perfecto diálogo y protagonismo bien apoyados por el continuo de chelo a menudo doblado por contrabajo y un clave discreto pero necesario enriqueciendo la paleta tímbrica. El Allegro de la segunda fue bisado al finalizar el concierto y el Largetto de la cuarta ejecutado sin el contrabajo buscando más intimismo y calidez sin el refuerzo grave de los demás movimientos. Sonatas desde el entendimiento de este quinteto que las lleva consigo casi como seña de identidad.

Francisco Manalt (ca. 1710-1759), violinista y compositor de la corte de Fernando VI desde 1735, nos ha dejado su Obra armónica en seis sonatas de cámara de violín y bajo solo (Madrid, 1757) de la que pudimos disfrutar la Sonata en re menor para violín y continuo, un cuarteto prescindiendo de la flauta para lucimiento de todos, Largo andante en trío sin contrabajo que se une en los dos siguientes movimientos, Allegro vivo realmente reluciente además de virtuoso y el Andante Affetuoso de redondez sonora, ensamblados y perfecto entendimiento entre la cuerda frotada y un clave siempre en su sitio, impecable de presencia.

Boccherini centró el concierto con su Sonata en do mayor para violonchelo y continuo, G. 6 (1768) para lucimiento muy especial de Mercedes Ruiz más Alejandro Casal y Ventura Rico (cofundador de la OBS que comentó tras la primera obra la labor de recuperación de esta música sin la cual nuestra historia dejaría páginas en blanco), ese cello que el italiano afincado en Madrid tanto amó y para el que escribió obras clásicas en el repertorio de los grandes instrumentistas, tres movimientos de estructura barroca pero sonido clásico con la firma inimitable de un compositor que siempre ha estado presente en nuestras programaciones gracias en parte a intérpretes como los hermanos Moreno (José Miguel y Emilio Moreno) o Josetxu Obregón por citar dos referentes que siguen trabajando en el repertorio de Boccherini. La cellista cordobesa logró momentos mágicos especialmente en el Largo central y demostró el virtuosismo exigido en los Allegro extremos siempre al servicio de la música, con sus dos excelentes compañeros en un trío maravilloso.

El menos conocido Manuel Cavazza (?-1790), más famoso como oboísta que flautista, aunque debían tocar ambos en la Capilla Real con Felipe V, de ingenio compositivo y conocedor de los instrumentos de viento, también sirvió de lucimiento de Guillermo Peñalver cual «violín de viento» acompañado Mercedes y Alejandro en la Sonata de flauta travesera sola y baxo para la oposición del año 1777, tres movimientos exigentes y contrapuestos donde las propias indicaciones de los tiempos sirven para entender el planteamiento, Allegro con gusto y comodidad de agilidades y registros variados, el Largo cantado con el acompañamiento delicado y un tercer movimiento jugando con los recursos interpretativos: Allegro Regular. Allegro a media voz y gusto. Allegro como antes. Allegro como antes y a media voz. Allegro como antes. Dificultades y exigencias desde una musicalidad demostrada siempre que escucho al flautista sevillano, derrochando talento y facultades, esta vez como solista y protagonista.

Buen concierto en programa y estructura que nos permitió corroborar el nivel de nuestros músicos, exportando una música barroca, frecuentemente sacada a la luz por ellos mismos, que actualmente compite en igualdad de condiciones con formaciones de Pirineos arriba. Y además gente joven que atrae a público de su generación (también de la mía y posteriores) allá donde van. León lo tengo cerca y sigue el festival catedralicio como todos los meses de octubre.