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Ashkenazy también joven

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Domingo 14 de abril, 19:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. Joven Orquesta de la Unión Europea (EUYO), Daniel Hope (violín), Vladimir Ashkenazy (director). Obras de BrittenBerkeley, Mozart y Ravel.

Siempre es una gozada disfrutar de orquestas jóvenes con calidad, y la EUYO, donde ha estado mi querida violinista María Ovín, es fiel exponente de la apuesta por la cultura y educación musical desde esta Unión Europea a la que pertenecemos pero no rema en la misma dirección en unos tiempos donde los recortes no respetan nada y los patrocinios privados parecen ser la única solución, tal y como pudimos apreciar en la cara información facilitada a la entrada del concierto.

Orquesta formada por más de 140 músicos procedentes de los 27 estados miembros, seleccionados entre miles de candidatos entre 14 y 24 años, la Gira de primavera que arrancó el 30 de marzo en Interlaken (Suiza) pasa también por España estos días de abril: Barcelona, Oviedo, San Sebastián, Valencia y Alicante, con el pianista y director Vladimir Ashkenazy al frente (titular desde el año 2000 continuando la lista empezada por Abbado y Haitink, para engrosar la larga lista de grandes batutas que han pasado por la EUYO como invitadas, además de contar siempre con solistas de fama mundial, esta vez el violinista Daniel Hope en algunos de los conciertos de este tour primaveral.

En el centenario de Britten nada mejor que comenzar con «Montjuic», Suite de danzas catalanas para orquesta, en colaboración con L. Berkeley, tras el paso de ambos por Barcelona los días 18 al 25 de abril de 1936 para intervenir en el XIV Festival de Música Contemporánea, que les marcaría tanto musicalmente como para denunciar la barbarie de nuestra triste Guerra Civil, como bien recuerda Iván J. Román Busto en las notas al programa. Cuatro movimientos donde podemos reconocer melodías y ritmos cercanos: Andante maestoso un minueto, Allegro grazioso estilización de la «gavotte», Lament-Barcelona July 1936 en ritmo lento de zarabanda intercalado con alusiones a la sardana, y Allegro molto, todos ellos bien diferenciados en una interpretación brillante por efectivos pero emotiva por lo contenida, con una dirección muy peculiar del director islandés (afincado en Suiza y nacido en Rusia) que aúna lo didáctico precisamente por los gestos marcados que no dan lugar a dudas.

El Guarnieri del Gesú «ex-Lipinski» de 1742 que toca Daniel Hope es terciopelo sonoro que con una técnica prodigiosa tanto en el arco como la mano izquierda del inglés, hicieron del Concierto nº 3 «Estrasburgo» para violín K. 216 de Mozart, muy apropiado para este concierto europeo y una delicia acústica, aunque menos interpretativa. Nuevamente escuchamos una visión intimista, introspectiva en los tres movimientos, donde las cadenzas fueron las esperadas de virtuosismo pero algo carentes de más sentimiento, con una orquesta reducida y bien «domada» para esta obra por el veterano director que se limitó a marcar más que a interpretar. El sonido triunfó sobre la música en el siempre «traicionero Mozart», aunque para gustos se hicieron colores. Y la propina, promocionando el último CD de Hope, otra lección de virtuosismo con esas «Campanas» de Johann Paul von Westhoff (1656-1705) que volvió a impactar por la técnica desde una gélida interpretación como el título de diseño gastronómico: «Deconstructs Imitazione della campana».

Al menos Ravel no nos dejó indiferentes, la orquestación magistral del francés con una formación idónea nos interpretó las dos suites del ballet Dafnis y Cloe, lástima de coro para escuchar el ballet completo. La Suite nº 1 (Nocturno – Interludio – Danza guerrera) ya mostró la calidad de todas las secciones de la joven orquesta, cuerda bien ensamblada, madera cálida, metales claros y precisos, arpas puntuales y correctas, más una amplia percusión donde disfrutamos hasta de la «Máquina de viento», siendo la Suite nº 2 (Amancer – Pantomima – Danza general) aún mejor, con un protagonismo especial de la flautista solista búlgara Adriana Dyakova, quien ya bordase su intervención en la primera parte. Interpretación sin pausa de ambas suites donde Askhenazy llevó de la mano a sus chicos, jugando esta vez sí con todo el colorido de la partitura, mimando los planos sonoros y dejando los tutti algo más liberados, consiguiendo un Ravel más que digno.

La propina del británico Elgar y su Canción de la mañana (Chanson de Matin), Op. 15 nº 2 nuevamente sacó de los jóvenes músicos europeos lo mejor desde la emoción contenida y el empaste en una gran formación que sonó adulta bajo la dirección de un joven Vladimir que pese a los años sigue conjugando batuta y piano. A la salida todavía tuvo tiempo de firmar discos, aunque últimamente me estoy haciendo poco mitómano…

Adiós Sir Colin

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Otro grande que se nos va. Este domingo 14 de abril nos dejaba Sir Colin Davis tras 85 años de vida fructífera, una de las grandes batutas del siglo XX que ya ocupaba un lugar en la historia, y maestro, más que profesor, en Londres del director asturiano Pablo González que estará con la OSPA estas dos semanas, al que supongo habrá afectado esta pérdida un poco más que a otros.

Director británico en el amplio sentido del calificativo que va más allá de la nacionalidad en tanto que los músicos, como la propia música, son internacionales y pioneros en algo que actualmente se llama globalidad.

Tengo grabaciones con distintas formaciones, muchas con «su» Sinfónica de Londres, que anunció su muerte, y los críticos profesionales le ponen como experto en Mozart o Berlioz, sin olvidar la ópera donde también ha dejado versiones de referencia, pero los grandes, y Davis lo era, tienen el don de hacer suyo cualquier repertorio.

Muy dentro de mí conservo un concierto inolvidable del que guardo cual reliquia el Programa con su autógrafo: Salzburgo, 1990 con la Filarmónica de Viena ¡un 13 de abril!. Al cambio de entonces el coste 800 schillings (¡18.000 pesetas!) que eran una barbaridad pero lugar, orquesta, director y programa bien lo merecían.

Son recuerdos imperecederos y poder estar en uno de los templos musicales no tenía precio, como rezaba la publicidad de una conocida tarjeta de crédito.

Me marcó para siempre el sonido de la orquesta, el clarinete solista, que era su instrumento y como tantos otros, no fue admitido para estudiar dirección en un principio, pero muy especialmente la Segunda Sinfonía de Brahms que tras el último acorde con un silencio sepulcral y respeto como sólo los germanos saben, rebotó en lo más íntimo, provocando unas lágrimas de emoción que mirando al lado se repetían en la cara de mi Tío Paco que me acompañaba y también recuerda este concierto.

Descanse en paz uno de mis directores de cabecera. Tengo discos, cassetes, vídeos, cedés, DVDs, pero sobre todo MIS RECUERDOS.

Dejo aquí también el homenaje a Britten con quien ya comparte escenario eterno: