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Conciertón inaugural XXXVI SMR de Avilés

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Domingo 17 de marzo, 20:00 horas. Iglesia de San Nicolas de Bari. Coral Avilesina (Elena Baigorri, maestra de coro), Orquesta Julián Orbón, José Mª Martinez (director). Obras de Händel, Ramón de Garay, Max Bruch y Pedro Braña.

Comenzó la XXXVI Semana de Música Religiosa de Avilés en plena recesión económica pero nunca artística porque cuando no se tienen recursos suficientes para ofrecer figuras nacionales o internacionales, los de casa, muchos de ellos también docentes, salen más baratos y en muchos casos de igual calidad. También sirve para enseñar los frutos de tantos años de trabajo (36 la propia semana) y dar oportunidades a nuevos y jóvenes intérpretes de esta tierra mía, aunque como bien contaba al final del concierto Chema, algunos no quieren volver y otros incluso dejan de hablar a la organización… Pero esto es otro cantar.

La organista Judith Busquets fue la solista del Concierto para órgano y orquesta en SIbM, Op. 7 nº 3 HWV 308 de Händel, bien resuelto tanto en sus intervenciones solistas como las concertadas con una orquesta bien empastada dirigida con la mano firme y clara del director allerano aunque avilesino de adopción. El orden de los tiempos pudo despistar a algunos que aplaudiendo entre ellos rompieron un poco el buen discurso interpretativo desde el Andante inicial, con algunas notas del famoso «Aleluya», el Órgano ad libitum para disfrute de la solista que utilizó todos los recursos del portativo, un Spiritoso literal en todos los músicos, desde la cuerda a la madera y metal en una fuga de las que el de Halle saca oro e inundaron «la Iglesia de Garralda» y ese Menuet final auténtica danza con protagonismos bien repartidos, aunque hubiese momentos donde el órgano, por ubicación y recursos, quedase algo tapado.

Ramón Fernando de Garay Álvarez (Avilés, 27 de enero de 1761 – Jaén, 8 de enero de 1822) fue un compositor de talla internacional contemporáneo de Mozart, Haydn o Beethoven por citar la terna clásica, prolijo en todos los estilos, aunque mayoritariamente el religioso, pero con nada menos que diez sinfonías que ya han sido grabadas hace dos años por José Luis Temes al frente de la Orquesta de Córdoba con motivo del 250 Aniversario del nacimiento del músico de Sabugo. La Orquesta del Conservatorio Julián Orbón está dando a conocer poco a poco en su propia ciudad parte de esa producción, auténtico patrimonio cultural de la tierra que no podía seguir olvidado, en parte por la inestimable colaboración de mi querida compañera y amiga Mª Luz González Peña, directora del CEDOA -Centro de Documentación y Archivos- de la SGAE (donde trabaja),  al hacer llegar estos materiales ya digitalizados a su Avilés del alma.

Chema Mtnez. recoge siempre el guante y esta vez con la Orquesta del Conservatorio avilesino, algo reforzada, nos deleitaron con la Sinfonía nº 9 en MIbM (1817) con sabor de clasicismo vienés en sus académicos cuatro movimientos y plantilla utilizada: Largo-Allegretto, Andantino, Allegro (Minué) y Rondó (Allegro) bien interpretados por una orquesta vigorosa en sonido y fiel a la partitura editada por el ICCMU que está al mismo nivel de muchos contemporáneos del compositor de Sabugo. La figura de Garay ha sido muy poco conocida hasta su reciente recuperación, gracias sobre todo a los trabajos del canónigo Raúl Arias del Valle (durante muchos años archivero de la catedral de Oviedo) y del cronista asturiano Justo Ureña junto al estudioso principal de su figura, Pedro Jiménez Cavallé, musicólogo y catedrático de la Universidad de Jaén, a quien debemos no sólo buena parte de los datos biográficos que hoy podemos ofrecer del maestro sino la revisión de su única ópera Compendio sucinto de la Revolución Española (1815) y de sus diez sinfonías. Decir que suena a Haydn o Mozart no es exagerar, y la prueba está en el triple CD para quien pueda escuchar la grabación patrocinada por la Fundación BBVA y el sello Verso.

Siguiendo con obras poco escuchadas, los solistas Iván Cuervo (clarinete) y Roberto Morales (viola) nos recrearon  el Doble concierto en Mi m, Op. 88 (1911) -originalmente para violín y viola– de Max Bruch, tan inspirado como el más famoso de violín y dominador de colores y texturas tanto en los solistas como en la orquesta. Obra exigente para todos en sus cuatro movimientos, brillaron a gran altura destacando la potente sonoridad del Rondó (Allegro) final, los excelentes pasajes solistas y la precisión en la dirección del Maestro Martínez, ajustando los tempi siempre buscando la claridad expositiva.

El otro compositor asturiano de la tarde fue Pedro Braña Martínez (Candás, 5 de febrero de 1902 – Salinas, 13 de febrero de 1995), quien durante su larga estancia en Sevilla, de la que es hijo adoptivo, acabó firmando muchas marchas procesionales para su famosa Semana Santa, destacando que tiene una calle con su nombre en el barrio de Nervión de la ciudad Hispalense, sin olvidar obras corales que aún están en los repertorios. La Misa al Sagrado Corazón de Maria tiene las partes del «ordinario» que cantó con seguridad y buen gusto la Coral Avilesina que dirige Elena Baigorri Sáenz, con el acompañamiento de una formación camerística (normalmente con órgano) bajo la siempre atenta dirección de Chema. Cuatro partes donde los textos en latín están bien repartidos entre las voces con una orquesta tejiendo contracantos o subrayando las armonías: el breve Kyrie (Andante sostenido), seguido de un trabajado Gloria (Allegro moderato – Largo – Allegro deciso) brillante en toda su escritura polifónica, un Sanctus (Andante religioso) que bebe de las fuentes clásicas y el Agnus Dei (Andante religioso) tranquilo, dibujado y subrayado por la soprano local Rosa Jorquera en sus solos, con una cuerda cual «órgano imposible» por sonoridades reforzando un bajó armónico. Del compositor candasín -también con calle en su pueblo marinero- fue también el Ave María de propina con la misma solista que puso broche de oro entre merecidísimos aplausos al concierto inaugural de una Semana de Música Religiosa que es historia asturiana todavía viva y resucitando obras desde el duro trabajo y la ilusión por compartirlas.

Bartoli siempre un espectáculo

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Sábado 16 de marzo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio de Oviedo. Agostino Steffani: «Mission«. Cecilia Bartoli (mezzo), I Barocchisti, Diego Fasolis (clave y dirección).

Las divas del siglo XXI no se parecen a las del pasado en cuanto a voces o repertorio, pero hay que reconocerles que algunas son todo un espectáculo de masas, con entradas agotadas nada más salir el anuncio del concierto, ocupando reportajes de radio y televisión, shows, páginas de periódicos generalistas y muchas hojas en la prensa especializada, vendiendo miles de CDs y DVDs, alcanzando números uno con todo un marketing detrás que sirve para acercar este apasionante mundo a espectadores que no me encuentro habitualmente.

Cecilia Bartoli lleva años como diva, aunque esté alejándose de sus primeros pasos donde asombraba con Rossini, Mozart, Salieri o Vivaldi, así como sus arias antiguas italianas. Más no sólo de la lírica viven las cantantes de ópera y las carreras no suelen aguantar el ritmo que imponen los agentes, por lo que los discos y su promoción forman parte del subsistir. Si unimos una labor investigadora capaz de sacar a la luz compositores poco habituales, incluso desconocidos para la mayoría, vestirla con los abalorios que los estudios de grabación permiten, y realizar giras mundiales, el pan de cada día está más que asegurado. A todo ello sumemos el desparpajo y buen caracter de la mezzo romana, con lo que los llenos están asegurados incluso en el propio escenario.

Tengo un montón de discografía de «La Bartoli» y varios DVDs, (casi) todos comprados, pero sus directos bajan un poco el listón, caso de esta «Mission» donde faltaba nada menos que Philippe Jaroussky (al que también pudimos disfrutar en Oviedo hace dos años) o el Coro della Radiotelevisione Svizzera, pero formación y director los mismos, destacando una dirección de Fasolis a medida de la diva, como debe ser.

La organización del recital fue la habitual en estos casos, contrastes barrocos hasta en el orden y tempi, arias a cargo de la mezzo con oberturas y danzas de varias óperas del obispo y compositor (entre muchas cosas más) veneciano, no grabadas, disfrutando de la calidad de unos intérpretes de primera, en especial la concertino Fiorenza De Donatis y las percusiones de Michael Metzler, creador de climas perfectos en el discurrir dramático, más las puntuales del trompeta Thibaud Robinne, el laúd de Michele Pasotti o el clave del propio Fasolis. Incluso se permitieron hacer coro en algún numero.

De las primeras impresiones el mismo sábado escritas desde el móvil, las mantengo en cuanto a un monográfico Steffani que puede resultar algo monótono (aunque la diva saque brillo a cada una de sus obras). Tomando frases de las notas al programa de María Sanhuesa Fonseca, Steffani «conocía a la perfección el lenguaje musical de su momento… escribió arias llenas de lirismo y de un marcado carácter «cantabile»… otras acariciadoras… números de una alegría contagiosa… alabanza a la música calmada de las esferas celestiales«. Oficio sí, emociones también, pero puntuales porque no es de «los grandes» que nunca me cansan… será que este CD lo tengo demasiado escuchado.

La Bartoli en Oviedo pudo con todo, aunque sean las arias lentas donde más me emocione con sus pianisimi y fraseos, su voz pequeña pero sentida, en especial el registro medio grave siempre carnoso que mantiene con los años (no así el agudo) pues los virtuosismos y agilidades vertiginosas en las llamadas arias «de bravura» me parecen cada vez más fuegos de artificio que cautivan al respetable, reconociendo su dificultad y dominio técnico.

Sí debemos darle las gracias por buscar repertorios «a medida», y esta vez también gratitud por su profesionalidad y entrega: dos horas de recital y ¡media hora de propinas!, para aplacar prisas del cada vez más abundante grupo de maleducados, bisando A facile vittoria con el trompetista Robinne, la otra figura de la noche, sonido y técnica asombrosos en un particular duelo que me recordó el de la película «Farinelli», incluso el guiño al Extraños en la noche de Sinatra con sabor barroco por parte de ambos.

Pero lo mejor de las propinas, Vivaldi (Sovente il sole de «Andromeda liberata«) y sobre todo Händel el Lascia la spina, cogli la rosa, y con el dúo trompeta y oboe del Amadigi di Gaula, el aria de Melissa. Es que el propio «Steffani dio el espaldarazo a un joven Hándel, al que consideró, y no sin motivo, su sucesor operístico. El talento reconoce al talento» que escribe la Dra. Sanhuesa.

Todavía aguantó la diva hasta medianoche firmando autógrafos a una larguísima legión de fans que traían sus tesoros en ofrenda terrenal (menos mal que no soy mitómano, aunque foto con ella sí me hubiera gustado tener).

Una semana barrroca que fue de la cima bachiana hasta el valle monográfico de Gregorio Piva, el alias de Agostino Steffani. Pero del «duelo de mezzos» salió vencedora La DiDonato por clase, estilo, elegancia ¡y variedad!.