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Oviedo Medieval en el siglo XXI

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Domingo 18 de noviembre, 19:00 horas. Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo, «Cinco siglos», Miguel Hidalgo, director. Monodias instrumentales en tiempos de Las Navas de Tolosa (1212).

Segundo concierto del miniciclo de tres titulado «Oviedo Barroco» aunque sólo lo fuese el primero (el tercero será Rossini con Anna Bonitatibus aprovechando su estancia operística en nuestra tierra), pese que el grupo tenga también este periodo en su repertorio. Sin ahondar en la denominación del ciclo, que daría para mucho y no ha lugar, siempre está bien escuchar música no habitual en los circuitos, y la medieval es una de ellas, aunque pienso que no era la mejor ocasión y menos en un Noviembre siempre a rebosar de oferta musical en la capital y alrededores. Encajaría bien en el veraniego «Oviedo es música», también en aquellos ciclos patrocinados por la entidad bancaria -antes caja asturiana-, incluso «OvieDo ReLaMiDo» por rebautizar ciclos para una primavera que ahora parece lejana, pero tras la excelente calidad del primero a cargo de la EUBO, lo de esta tarde de domingo con final de Copa Davis (perdida) o Alonso jugándose (todavía) el Mundial de F1 no estuvo a la altura, sin desmerecer los más de 20 años de trabajo y pasión por la música antigua de esta formación fundada y liderada por Hildago y Torralba. Pese a todo una excelente asistencia (muchos sin entrada, que para eso pagamos otros el ciclo completo y la crisis no sea igual para todos).

Afrontar un programa totalmente instrumental del siglo XIII es difícil de por sí, aunque la calidad de la formación cordobesa «Cinco Siglos» no es culpable de algún que otro bostezo, más bien creo que no hubo buena elección o combinación de obras. De agradecer las explicaciones de Antonio Torralba tras el Anónimo inicial, antes de Peirol y el agradecimiento a las notas al programa desconocedores de la autoría,

y previas a las «Dos danzas» andalusíes en prueba de agradecimiento musical para esta cultura tan cercana a la nuestra, bien adoptada por Alfonso X «El Sabio» y antecámara de su entrada al resto de Europa tras la «maceración ibérica». Me quedo con la idea apuntada de la «esquizofrenia medieval» al combatir al infiel y adorar su cultura, así como las tres líneas seguidas en el programa: improvisaciones -siempre intrínsecas a la propia música-, la escrita propiamente como instrumental, y las transcripciones vocales como las Cantigas, siendo la primera ofrecida como última, propina obligada.

Desiguales resultados interpretativos con momentos de pureza en los solos a cargo de la cítola de Miguel Hidalgo (bien igualmente con la guitarra morisca) o la flauta de cuerno en el preludio de Peirol interpretado por Antonio Torralba que no resultan precisamente movidos.

Mejores las estampidas y un poco de todo en el resto, felicitando al resto del quinteto, Antonio Sáez a la percusión siempre delicada (sacó partido a la darbuka de manera magistral), el gran solo a la viola en ocho de Gabriel Arellano lleno de virtuosismo y ritmo, más el rabel cual cello de José Ignacio Fernández. Una hora de música poco escuchada, monódica y monótona en exceso a pesar de las buenas intenciones e interpretaciones.

Para seguir otros repertorios, Ute Lemper ensayaba detrás para este lunes…

Magia y heroismo

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Viernes 16 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Abono 4 OSPA, Suyoen Kim (violín), Gilbert Varga (director). Obras de Beethoven y Dvorak.
Concierto que nos dejó huella con un repertorio calificado en cierto modo de «heróico» como escribe en las notas al programa Asier Vallejo Ugarte (enlazadas en los nombres de los compositores) lo que siempre se agradece, en especial cuando confluyen un conductor serio, riguroso, y una solista joven e impactante que debutaba en España sustituyendo a otro joven prodigio como Kristóf Baráti, aunque creo que todos ganamos con el cambio por esta alemana de origen coreano que es Suyoen Kim, 24 años pero con una trayectoria que ha unido esa técnica oriental con el vigor germano bien tamizado por la escuela rusa. Mis queridos daneses la bautizaron hace nueve años en el diario Jyllands-Posten (el de las caricaturas de Mahoma) como «nueva estrella mundial», y no se equivocaron.

El Concierto para violín en RE M., Op. 61 (Beethoven) compuesto en 1806 es una de esas joyas universales de la literatura musical que la propia Kim tiene en su repertorio hace años, ahora más maduro, pletórico, romántico, de sonoridades potentes en ese Stradivarius «exCroall» de 1684 patrocinado por Portigon AG (Baráti hubiese traído el «Lady Harmsworth» de 1703), con una orquesta que sonó como nunca, todo un bloque bien ensamblado y unificado con el rigor del maestro Varga, planos sonoros en su sitio ¡hasta los de Mr. Prentice!, medidas exactas, tal como están escritas, acompañamiento delicado, un dúo de trompas de terciopelo, sacando de todas y cada una de las secciones de la OSPA una identidad que ojalá no se pierda, con muchos atriles jóvenes en esta primera parte, gustándose, escuchándose, disfrutando con violinista y director, compartido por el respetable. El inicio de los timbales y la larga introducción orquestal del Allegro ma non troppo

lograron la magia (siempre en lucha herórica con un ejército de toses sincopadas que va en aumento) desde el primer instante, incisivo, potente, sinfónico, y la aparición del violín de Suyoen Kim auténtica seda, musicalidad en cada arco, en cada trino, dobles cuerdas imposibles y una cadencia impactante. El Larghetto resultó cautivador, nuevamente mágico en intimidad compartida por solista y orquesta con el maestro atento a todos los detalles, sin perder nunca la vista en la protagonista, incluyendo el arranque seguro del Rondó: Allegro, enérgico, dinámico, con el tempo giusto y humorístico… rigor y vigor que apuntaba como primeros calificativos al finalizar el concierto. Magia orquestal donde tengo que destacar el dúo del violín con Mascarell en la línea de empaste y musicalidad de esta maravilla concertística, y el fraseo con los cellos realmente de filigrana sonora bien llevado por Varga.

Varias salidas tras los aplausos de un público entregado a la interpretación de la germanocoreana también agradecida a sus compañeros en este viaje heróico todavía dejó una propina «Little bird», pajarillo de nuestro tiempo en alarde técnico sin perder un ápice la misma delicada fuerza demostrada en el concierto beethoveniano.

La Sinfonía nº 7 en Re m., op. 70 (Dvorak) continuaría en cierto modo el heroismo y admiración por el genio de Bonn, tamizada por el de Hamburgo, con una amplia plantilla, la habitual con algún refuerzo, obra memorizada e interiorizada por el maestro inglés, hijo y alumno del violinista húngaro Tibor Varga (1921-2003), lo que permitió una lección de cómo dirigir esta obra sacando nuevamente lo mejor de la orquesta asturiana. La sombra amenazante de los graves con que arranca el Allegro maestoso fue ganando en dramatismo, cuerda hiriente sin chirriar, maderas a dos pero todas a una, metales potentes, timbales en su sitio, momentos líricos en violines y flautas, remanso en el Poco adagio, sin perder la melancólica tristeza con un clarinete idílico de Andreas en su intervención, y Varga dibujando cada detalle, atento a cada matiz, dinámicas bien cuidadas sin perder rotundidad, casi organístico. El Scherzo: Vivace sincopado, casi danzante cual vals brillante devolvió una oscuridad sin tragedias, interiorizada para concluir con el Finale: Allegro titánico, broche de oro para una sinfonía continuadora de la magia que flotó en el ambiente, luces y sombras con triunfo sonoro gracias a la simbiosis musical conseguida por un director con música en sus genes. Grabado por Radio Clásica tendremos que estar atentos a la programación para rememorar un día mágico.

Me perderé la vuelta de Milanov con un programa «Diaghilev» que me llama, pero en la Ópera del Campoamor Beatriz Díaz como Liù ejerce un magnetismo único… aunque Santander está cerca para un sábado de un noviembre cargadísimo.

A Roma pasando por Oviedo

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Lunes 12 de noviembre, 20:00 horas. Oviedo Barroco: Sala de Cámara del Auditorio de Oviedo. European Union Baroque Orchestra (EUBO), Lars Ulrik Mortensen (director y clave). «Todos los caminos llevan a Roma» (All Roads Lead To Rome), obras de Muffat, Händel y A. Corelli.

No sólo de música sinfónica vivimos en Oviedo y así surge este breve ciclo de tres conciertos (y otro gasto para el abono: 44€) que abría esta orquesta barroca patrocinada por la Unión Europea agrupando un plantel de excelentes intérpretes comandados por el clavecinista danés Mortensen, rompiendo el estereotipo de nórdico frío (algunos les llaman «los latinos del norte») porque transmite a sus pupilos todo lo que puede y más de un repertorio siempre agradecido aunque difícil de conseguir lo que esta formación derrocha: compenetración total, unión real en la ejecución, disfrute colectivo tocando, escuchándose unos a otros, y sobre todo una juventud ejemplo a seguir, auténticamente europeos para demostrar lo positivo del sueño hecho realidad en el terreno musical (pues del político o económico mejor lo dejamos «pa prau» que decimos en mi tierra).

El trío de compositores elegido lo abría y cerraba el alemán Georg Muffat con dos sonatas del «Armónico Tributo», la II en Sol m. y la V en SOL, lenguaje universal de contrastes rítmicos, dinámicos, orígenes de las danzas usadas, tempi o compases llenos de un ímpetu en los vivos y un poso en los lentos bien llevados desde el primer clave de Mortensen aunque siempre perfectamente «complementado» por el francés Jean-Christophe Dijoux. Eso sí, las intervenciones solistas del maestro son auténticas perlas naturales como el término barroco pese a parecer cultivadas.

Otro alemán nacionalizado inglés y viajero imparable, barroco personal igualmente europeo y universal siguió la primera parte, Händel con la Obertura HWV 336 y la Sonata a 5, HWV 288 ambas en la tonalidad de SIb, aparición del trío femenino en el viento madera (dúo de oboes y fagot) uniéndose a una cuerda que daba gusto escuchar, empaste, preocupación permanente por la afinación (en cada inicio se advertía esa necesidad llevada con maestría desde el clave del danés). Mayoría femenina en el tutti aunque concertino y continuo casi pleno masculino, destacando además del ya citado clavecinista francés, el concertino croata Bojan Čičić, el polaco y violín II Jacek Kurzydto y el cello del checo Petr Hamouz, sin olvidarme del único español Ricardo Cuende Isuskiza a la viola.

Y no podía faltar un italiano en este itinerario barroco que viene de Alemania y Reino Unido para proseguir en Bulgaria y finalizar nuevamente en Alemania: A. Corelli para cerrar y abrir las dos partes del concierto, dos de los doce Concerti Grossi Op. 6, el nº 4 en RE M. y el nº 3 en Do m. nuevo derroche técnico del conjunto con una rigurosidad y respeto al gesto ampuloso y efectivo (alguno podría tacharlo de grandilocuente) de Lars Ulrik Mortensen. Los fraseos, cambios bruscos de ritmo llevados con total suavidad, los ataques hirientes que hacían percibir cuerdas como trompetas frente a los pianissimi «aflautados», y sobre todo el juego de dinámicas al que me han acostumbrado sus colegas de Forma Antiqva, cercanos a lo vocal pese a tratarse de obras instrumentales. Propina incluída pudimos contagiarnos del sentir barroco siempre vivo, alegre, atemporal, felizmente recuperado en nuestros días con la pátina del estudio y trabajo riguroso de personalidades como la de mi admirado danés, buscando sitio propio en las programaciones. Últimamente no tengo queja.

Risas musicales

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Domingo 11 de noviembre, 19:30 horas. Auditorio Centro Niemeyer, Avilés. «PaGAGnini», Producciones Yllana SL y Ara Malikian. Precio: 15€ + 1€ gestión (comprando en Tickexpress de CajAstur).

©Yllana S.L.

Esperando que el prestigio del Niemeyer vuelva al de los inicios, obviando intereses políticos capaces de destrozar todo lo que tocan, la programación es variada y original, al menos lo último, y llegaba a la Villa del Adelantado, tras más de 700 funciones en Madrid y recorriendo muchos kilómetros, el espectáculo coproducido por Yllana y Malikian, que como bien dicen en su presentación «repasa algunos momentos cumbre de la música clásica fusionados con otros estilos musicales, consiguiendo un divertido y sorprendente Des-Concierto, con el que pretendemos reinventar la manera de concebir un recital, llegando al gran público que descubrirá en los pasajes musicales una mirada diferente« y así resultó con una entrada rozando el lleno, agradeciendo a YouTube®, Buenafuente y también a nuestra televisión pública el aperitivo que siempre supone, aunque como el directo no haya nada.

Con la «disculpa» de la música, este amplio elenco más allá del cuarteto de cuerda, nos hicieron pasar hora y media de risa aderezada con la clásica de cámara sin arrogancias.

En primer lugar felicitar a todo el equipo técnico de sonido y luces impecable, ajustado siempre al cuarteto, porque la calidad sigue siendo de primera en este auditorio, sin olvidar la «voz en off» para un espectáculo diferente.

Los músicos, además de virtuosos, demuestran un estado físico increíble,-en especial al libanés de origen armenio y afincado en España hace años Ara Malikian (famoso entre la gente menuda por «El Club de Pizzicatto») que parece de goma y a ratos «El Violinista sobre el tejado», y por supuesto el humor gestual (eso es Yllana), sin palabras, irreverente y veterano sin chabacanerías, atemporal, donde la música es co-protagonista desde la salida a escena hasta el telón final.

El repertorio elegido, mayoritariamente conocido, la Suite de la Carmen de Bizet, un Boccherini dislocado, Falla acertado, el siempre recurrente Canon de Pachelbel, el guiño a la música «contemporánea» o el tango sin olvidar el heavy, la música country, el blues (qué armónica la de Ortiz junto al cajalín con escobillas de Clemente), Mozart a dos violines menos uno, y por supuesto el cierre caprichoso de Paganini transmutado a PAgagNINI en todo el concierto, sin olvidar la propina invernal de Vivaldi con pájaro loco desplumado…

Además de Malikian tenemos otros dos violines, el madrileño Eduardo Ortega que se marcó un sólo con el eléctrico y la pedalera de efectos realmente increíble, más el sustituto de Thomas Potiron en esta última formación, el sevillano también violista Fernando Clemente, cuya bis cómica arrancaba auténticas y sonoras carcajadas solo con su presencia. Mención aparte el pamplonés Gartxot Ortiz que saca del cello todo un abanico de sonoridades sin olvidar un contrabajoalto y su «arco espada» capaz de quedar clavado en el escenario, así como excelente heredero de Lucero Tena como solista de castañuelas en el «número danzado» de La Vida Breve de Falla. Dificultad añadida e incomodidad tener que tocar mucho tiempo de pie.

Los roles de los cuatro adecuados, con el divo Malikian comediando y comandando arropado por un trío delicioso.

©Yllana S.L.

La amplia presencia de niños con sus padres es reconfortante, así como la participación para el sexteto vanguardista de una pareja adolescente que dio mucho juego, «pelota sonora» y en especial «la chica del cencerro», de la que Fernando quedó prendado para solaz de papás, abuelos y demás familias entre las que nos incluimos. Nos reímos todos de las normas desde ellas, «lo serio y lo exageradamente solemne llega a ser cómico» (como afirma Ara Malikian). Humor y musical ¡qué más se puede pedir para una fría y lluviosa tarde de San Martín!

Emoción, elegancia y precisión

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Viernes 9 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 3 OSPA, Alexander Vasiliev (violín), David Lockington (director). Obras de Sawyers, Glazunov y Mendelssohn. Fotos: ©Marta Barbón-OSPA.

Los viernes de noviembre están cargados de música y la elección se hace difícil, pero este era especial y no tuve dudas: volvía David Lockington como flamante director invitado de nuestra OSPA, una de mis opciones a la titularidad, y el querido Alexander Vasiliev daba nuevamente el paso al frente, de concertino a solista, en una obra que conoce desde las fuentes.

Para abrir boca otro estreno en España con la OSPA y Lockington (el jueves en Avilés) de Philip Sawyers y The Gale of Life (El vendaval de la vida), premonitorio, obra muy cinematográfica con reminiscencias y tributos varios a John Williams o Berlioz, compuesta para abrir veladas en una perfecta y agradecida orquestación para una formación que esta tarde venía con ganas y el maestro británico que volvía a comandar en repertorio de nuestro tiempo. Protagonismo del metal que respondió sin fisuras pero con todas las familias precisas en una partitura bien explicada en las notas al programa de Juan Manuel Viana.

Vasiliev es «el primero de la clase», El Maestro, mucho más que el concertino o jefe, es la referencia de la orquesta desde su fundación como tal en 1991. La llegada a Asturias de Los Virtuosos de Moscú y todo su «entorno» supuso un punto de inflexión en la vida cultural asturiana, la semilla rusa se plantaría en nuestra tierra… desembarcó con la maleta cargada de ilusión y magisterio que ha ido transmitiendo a todos. VasilievEs ya un asturiano con raíces que no olvida su tierra y mucho menos cuando se trata de la música. El Concierto para violín en Lam, Op. 82 (Glazunov) va unido a su biografía y ya lo interpretó hace años con sus compañeros. Esta vez, con un Lockington siempre elegante y excelente concertador y conocedor de la orquesta asturiana, demostró que los años pasan para bien: madurez, profundidad interpretativa, poso y la técnica asombrosa que «hace hablar» a la prolongación de sus extremidades superiores, su violín. Emoción antes, durante y después, flores merecidas de la familia de sangre (el primero su nieto asturiano) con toda la admiración y respeto de compañeros y público. Glazunov no será de los grandes pero este concierto ocupa su sitio en la historia, más en la interpretación de Alexander, al que espero darle personalmente la enhorabuena.

La segunda parte trajo, además del molesto intermedio entre movimientos de la fanfarria de toses arrítmicas que va en aumento ¡y aún no llegó el invierno! o la impertinente señora con el papel del caramelo subrayando cada pianísimo, una de esas obras que ni deben faltar en las programaciones porque bien interpretadas son sustento de afición y profesión, la Sinfonía nº 4 en LA M, Op. 90 «Italiana» (Mendelssohn), inmensa, precisa, romántica sin exageraciones, clara en el diseño de Lockington, por el que crece mi admiración en cada concierto (felizmente le tendremos puntualmente), sacando de la orquesta esa calidad que atesoran todos y cada uno de sus músicos, una plantilla equilibrada, bien ensamblada, empastada, acertada en todas las secciones que fue asentándose desde un inicial y titubeante Allegro vivace para un Andante con moto más encajado, incluso pletórico por emotividad (desconozco la causa de mi recuerdo a Granados en este movimiento), Con moto moderato melancólico y límpido, cuerda y viento en simbiosis, líneas melódicas claras para impactarnos con el último Saltarello: Presto que desde la precisión gestual, elegancia y sabiduría del maestro británico afincado en EE.UU. logró enardecernos con esta joya sinfónica sonando como en las mejores orquestas, las flautas Pearse como una, cuerda a una incisiva desde el terciopelo, madera siempre de lujo y metal majestuoso… Aplausos muy merecidos para un concierto que tenía todas las de ganar y no defraudó.

Sturm und Drang: las apariencias engañan

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Lunes 5 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Christian Zacharias. Obras de Beethoven, Schubert y Schumann.

Una figura internacional para abrir las jornadas de este curso, pianista y director como dualidad única permitiendo afrontar un programa de la terna por excelencia (frente a la otra terna por indecencia: teléfonos, toses y paraguas), tres románticos con el piano como vehículo propio y tablero de diseño orquestal, colores esbozados en blanco y negro para alcanzar la paleta cromática de la gran formación. Zacharias nos dejó toda una lección de piano, excelencia desde la óptica de la reciprocidad tanto compositiva como interpretativa: la orquesta metida en el piano, y éste exportando a aquélla. Las obras elegidas, incluyendo la propina, tenían ese sello de la introspección, la lectura interior y compartida desde una engañosa sobriedad. Siempre comento lo malo de las apariencias: sencillez que esconde genialidades en los pentagramas y horas de trabajo con una técnica asombrosa al servicio de la música en los intérpretes, más en la soledad del piano. Nada al azar, todo milimetrado, dinámicas asombrosas sin el menor asomo de excesos para un romanticismo en estado puro.

La Sonata para piano nº 12 en LAbM, op. 26 (Beethoven), conocida por muchos estudiantes de piano y habitual solamente en grabaciones integrales, pero con esbozos de las grandes, lo que hizo el pianista alemán (nacido en la India en 1950) con la música de sus compatriotas y el enfoque de un gran director, sonata cual preludio de la plenitud romántica que se avecinaba y no un simple calentamiento sino un derroche de musicalidad orquestal en blanco y negro desde el Andante con variazioni claro, límpido, dinámicas increíbles desde un gesto adusto sin concesiones a la galería, igual que el Scherzo (Allegro molto), broma desde el humor germano del compositor hecho suyo por su intérprete. La Marcia funebre sulla morte d’un eroe sacaría del teclado toda el germen orquestal y emotivo, para acabar con el Allegro virtuoso y sobrio nuevamente, contención y teatralidad musical que sin apenas dilación abriría la puerta de este salón vienés en que Zacharias convirtió el auditorio ovetense (entre Zaragoza y Lisboa), con la caja escénica adaptada para la ocasión, pues los grandes pienso que agradecen un poco de «cercanía».

Seis momentos musicales D 780, Op 94 (Schubert), compañeros de viaje y destino, «Sturm und Drang», tormenta y pasión, ímpetu, pero juguetes delicados mucho más que entretenimientos u hojas de álbum tan de moda en la época. Así los entendió Zacharias, seis joyas contrastadas ejecutadas como nadie antes, interiorizadas, brillantes y melancólicas, perlas desgajadas corriendo por el suelo, recogidas con amor, vueltas al esbelto cuello hechas melodía propia. La aparente simplicidad, el gesto adusto, siguen engañando al dar una visión íntima, ida y vuelta del sinfonismo al cálido salón con el fuego vivo en la chimenea.

La terna se completaba con una de las cimas absolutas del catálogo pianístico de Schumann: Kreisleriana, op. 16, romanticismo alemán en estado puro, más pasión y tormenta pero tras los amplios ventanales, pocos grises y claridad otoñal que el pianista sintió como nadie haciéndonoslo llegar a todos los presentes. Dice Juan Manuel Viana en las notas al programa que es «una de las obras más atormentadas, enigmáticas y profundamente subjetivas de su autor», y así resultó el acercamiento del compatriota, genio alemán desde la subjetividad pero compartida, aclarando los enigmas y alcanzando la calma tras el temporal. Referencia interpretativa a partir de ahora.

El círculo debía cerrarse con Beethoven y su Sonata para piano nº 6 en FAM, Op. 10 nº2, tres movimientos que rompen la «norma» como no podía ser menos en el de Bonn, nueva bocanada de aire puro sin llegar al huracán, engañosa apariencia escrita y escuchada, con el Presto final suficiente para dejarnos más que satisfechos a pesar de la ráfaga que supuso.

Pero agradecido desde una seriedad con algunos tics, respondió con la Arabesque en DOM, Op. 18 de Schumann corroborando la total simbiósis con el de Leipzig, introspección compartida, filosofía germana como «nieve frita» que diría Gustavo Bueno, agnosticismo musical añadiría servidor, para una inicio de un ciclo que preside el piano y un intérprete que en Oviedo volvió a confirmar la sabiduría popular: las apariencias engañan.

No hay tierra extraña con el LDO

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Sábado 3 de noviembre, 20:30 horas. XXIII Quincena Musical de Durango (Vizcaya). Iglesia de Santa Ana: Coro LDO («El León de Oro»), Marco Antonio García de Paz (director). Obras de Mouton, Byrd, Lasso, Palestrina, Rheinbergher, Mendelssohn, Rachmaninov, Biebl, Busto, Sarasola y Elberdin.

Como seguidor confeso y «leónigan» pude escaparme a Durango en el puente de los Santos y volver a recrearme con este coro del que no canso jamás porque siempre hay momentos mágicos, irrepetibles, capaces de seguir creciendo hacia una excelencia coral desde una belleza sonora que plumas y oídos más doctos ya han descrito. Cada directo es irrepetible y único, el repertorio está tan trabajado, las voces tan afinadas y empastadas, la complicidad y entendimiento con Marco tan agradecida, que el resultado siempre es óptimo. Incluso la mezcla de veteranía y juventud en una formación coral que sigue promocionando la cantera hace que las «bajas puntuales» se cubran con una alineación siempre ganadora. El modelo o escuela vasca triunfa siempre y acudir a esta tierra cercana a la nuestra es como cantar en casa, donde se les admira y ovaciona como propios, público entendido que respeta cada obra, los finales y el esfuerzo. Si además finalizas con dos temas en euskera, con premio en esa capital coral que es Tolosa, la apoteósis es lógica y esperada.

Últimamente no llevo conmigo ordenador, solamente uso el teléfono móvil o la tableta, trabajo rápido y cómo para estos viajes cortos aunque con algunas limitaciones (enlaces o links, fotos, formato…) pero sigo fiel a la inmediatez del comentario. Puntualmente amplío desde casa y esta vez no quería dejar sólo unas líneas porque el pasado sábado volví a «levitar» como dice mi amiga Cristina Otadui, que entendió mi opción coral frente a la operística.

La música renacentista sigue siendo referencia con estos leones, buenos y aplicados alumnos bien empapados de las enseñanzas y matizaciones del Maestro P. Phillips, que «tripetirá» a la vista de los resultados.

El francés Mouton, el inglés Byrd, el franco-flamenco Lasso o el italiano Palestrina tienen muchísimo que cantar en distintas combinaciones del coro, capillas, completo o doble coro, con la dificultad añadida del tactus, esa melopea donde manda la letra subrayada por unas melodías llenas de vericuetos capaces de escucharse en su polifonía, como bien indicó el Concilio de Trento al poner de modelo precisamente a Giovanni Pierluigi da Palestrina, cuyo doble coro para el Laudate pueri resultó atemporal por vigencia, aunque las cinco obras de la primera parte fueron impecables y casi pecaminosas para mi lujuria coral.

El Romanticismo es otro terreno donde LDO se mueve cómodo, contrastes y emociones más viscerales que espirituales aunque los textos lo sean. El Kyrie de Josef G. Rheinberger impacta por esa montaña rusa de matices y registros extremos siempre afinados, empaste coral que con Mendelssohn roza el paroxismo, sobre todo con el Richte mich, Gott donde las voces graves atacan y las blancas contienen, fluir vocal con cascadas y remansos. Para seguir convenciendo, mezclar rigor y vigor (sé que abuso de los juegos de palabras) el Bogoroditsie Devo de Rajmáninov colocó al público en el centro de la acción rodeado por un coro que cerrando los ojos te envuelve y transporta. No sólo se buscan nuevas sonoridades, que también, sino un compartir musical completo haciendo copartícipes del gozo a intérpretes y público.

Para seguir redondeando actuación, el trío solista Elena Rosso, Fernando Fernández y Ángela P. Alba completan un Ave María de Franz Xaver Biebl único, global, compacto, integrando todas las voces en una sola sensación.

El puente lo tiende un músico de la tierra como Javier Busto, otro enamorado del LDO porque sus obras en estas voces hacen aún más grande su música. O Magnum mysterium rinde tributo religioso y romántico desde lo contemporáneo con el exquisito quehacer coral del doctor, degustador de lo bueno capaz de lograr cual reputado enólogo piezas que son reserva para paladares entendidos. Aroma, sabor, color, maridajes increíbles llevan a un final increíble: disonancias, agudos al límite, contrapuntos endiablados y el acorde final a tono tras los difíciles vericuetos de todas las voces, «Grandísimo misterio». Y noté a Marco revisar la afinación con el diapasón al finalizarla ¡sí, no calan ni un cuarto de tono!. Bien por los leones.

El final sigue con músicos de la tierra y en euskera, X. Sarasola y Neskatx’ ederra reconfortante al oído tras la cumbre anterior, más ese zortzico que mueve a todos, Segalariak (Josu Elberdin) reconocido en esta tierra que con permiso, he rebautizado como País Vascoral.

Propina acorde con el entorno sobrio de Santa Ana y Requiem como adiós que resulta siempre cercano, Agnus Dei que nos quita el pecado pero no de leónigan, pecados musicales capitales sin acto de contrición ni propósito de la enmienda.

© Víctor Gallego Baviano

Aleluya barroco

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Miércoles 31 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Conciertos Día Universal del Ahorro 2012. OSPA, Raquel Lojendio (soprano), Aarón Zapico (director). Obras de Geminiani, C. Avison y Vivaldi. Patrocinado por CajAstur; entrada por invitación.

Comienza para algunos el Puente de los Santos y puede ser causa de las muchas butacas vacías aunque tampoco hubo facilidades para encontrar entradas que no estaban a la venta. Personalmente tengo que agradecer a Forma Antiqva que me hiciesen llegar una para un concierto que suponía el debut de Aarón Zapico al frente de una «OSPA de cámara» para un repertorio que el hermano mayor domina y supo transmitir a esa cuerda que siempre es referente de la orquesta asturiana, con el refuerzo en el contínuo del fagot y los otros dos hermanos Zapico, Daniel y Pablo, perfecto acompañamiento de la soprano tinerfeña (estuvo anunciada Sabina Puértolas aunque ni ella misma lo supo y alguien responderá del entuerto) que dio lo mejor de ella, entregada en alma y cuerpo. El programa de mano no era tal a pesar del «ahorro», pues no ayudó nunca a parte del público que estuvo más perdido que un pulpo en un garaje. Lástima que el Barroco no tenga más presencia en las salas de concierto, felicitándonos de los tres conciertos del nuevo ciclo «Oviedo Barroco» para los que ya me hice con el abono (44€) en la Sala de Cámara que espero se llene más que la Principal de este último día de octubre.

El mayor de los Zapico y cabeza visible de Forma Antiqva tiene las ideas muy claras en un repertorio donde se mueve como pez en el agua, lo que supo transmitir a la perfección a una orquesta que pareció disfrutar tanto o más que muchos de los presentes. La elección de cuatro motetes para soprano de Vivaldi (que figuraban sin más en el cartoncillo biográfico) y su organización fueron perfectos pese a la «reiteración» estilística que suponen, una dificultad añadida a la interpretación que nunca fue idéntica ni siquiera en los Da Capo, sin perder rigor y gracias a esa claridad buscada por Aarón Zapico bien entendida por todos los músicos.

Geminiani y su Concerto grosso nº 12 «La Folia», Op. 5/12 abría velada con las cartas boca arriba, sin esconder nada y aprovechando el magisterio de los solistas, impecables todos, Vasiliev, Corpus, Alamá y Atapin, más «el grueso»donde el continuo de guitarra barroca y tiorba equilibraban una plantilla de lujo para la ocasión: 7 primeros, 7 segundos, 3 violas, 2 cellos, 2 contrabajos más fagot y el «dúo Zapico». Y Aarón no permitió ruptura encadenando el primer motete de Vivaldi, «In turbato mare irato» RV 627 que trajo a escena a una Raquel Lojendio segura, poderosa en los agudos, equilibrada en el medio y suficiente en el grave, con una técnica al servicio de esta música que en vez de instrumentalizar la voz resultó más bien «vocalizar los instrumentos» a lo largo de todo el concierto, con unos fraseos y contrastes en todo que dieron la unidad estilística que la dirección buscó, con tiempos bien elegidos para poder degustar todo el caudal sonoro.

Otro tanto podríamos decir del siguiente y complementario motete «In furore iustissimae irae» RV 627,  potente interpretativamente y frescura total en cada uno de los músicos, con los Aleluya finales tan unificados estilísticamente y tan distintos en su vocalización, un triunfo añadido.

También se organizó la segunda parte sin ruptura entre el Concerti grosso nº 5 en Re m. del inglés Charles Avison plenamente italianizante y «Sum in medio tempestatum» RV 632, microcosmos del «Cura Pelirrojillo» donde más allá de las agilidades vertiginosas del primer movimiento trajeron el recitativo con la guitarra de Pablo profunda en la sencillez y cálida al sumarse la tiorba de Daniel, más aún con Mascarell en el fagot del Aleluya final que redondeó este motete como el mejor del concierto para mi gusto.

Todavía faltaba el más cinematográfico de los motetes, «Nulla in mundo pax sincera» RV 630 brillante culminación del concierto donde fluyó la estructura conocida con nuevos contrastes y la voz de Lojendio pletórica en una durísima interpretación que nos devolvió un barroquismo asturiano pero universal, frescura y personalismo para un repertorio nada manido y poco escuchado del que Aarón Zapico logró nuevas perspectivas siempre fiel al estilo.

La propina hispana con Raquel y los gemelos Zapico a trío corroboraron ese aire asturiano para el veneciano Vivaldi al que los hijos de Eloy Zapico (presente siempre en el recuerdo) y Marga Braña han reinventado hace tiempo.

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