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De NY a OV

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Viernes 20 de enero, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo Jazz. Moisés P. Sánchez 4tet: Dedication II. Entrada butaca: 8 €.

Un conocido slogan llevado a pegatinas y todo tipo de merchandising ponía «I❤️NY» que este viernes de Jazz podría cambiarse por  «I❤️OV» siendo Oviedo un pequeño New York con la música del Cuarteto de Moisés P. Sánchez (Madrid, 1979) que presentaban 13 años después de su Dedication la segunda parte tras una grabación donde junto al pianista madrileño también estuvieron el contrabajo de Antonio «Toño» Miguel (Zaragoza) y el saxo tenor de Javier Vercher (Madrid, 1978), más la batería de Borja Barrueta (Getxo, 1975) que para esta gira patrocinada por el CNDM (donde es artista residente) y la posterior grabación cuentan con la joven Naima Acuña (Londres, 1988) quien con ese nombre tan coltraniano por sus padres de Pontevedra, estaba predestinada al jazz y nos sorprendió gratamente en este concierto. Este regreso hecho música de NY a OV con el Moisés P. Sánchez 4TET pareció la banda sonora de Williams B. Arrensberg, el viajero o emigrante cercano del siempre recordado Úrculo, vista a la Catedral y maletas llenas de sentimientos.

En poco tiempo Moisés P. Sánchez volvía a Asturias, pero si en Gijón nos acercó a Bach, en esta «Dedicatoria» nos trajo la música y el músico (como bien nos explicó el propio pianista a un Teatro Filarmónica lleno hasta la bandera recordando a Philip Glass), el disfrute para todos y la profesión no ya de intérprete sino también como compositor de unos temas muy trabajados y variados en inspiración y escritura, llenos de matices, cambios de ritmos, estilos y enfoques siempre ricos en las exposiciones pero todavía más en las improvisaciones, ese «cocer» las melodías en vivo, el directo irrepetible y grandioso para un concierto que tocaba este cuarteto tras la presentación en Madrid.

Arrancando con una Dedication trece años después nos pondría en ambiente Moisés con P de Picasso, el pintor universal del piano capaz de sonar como Jarret o Evans, McCoy Tyner junto a Mehldau o Corea, e incluso toques de Chano con Camilo, músicas atlánticas caribeñas pero con sello propio, «Moisés P punto» dominador de todos los lenguajes desde el suyo, excelente dibujante, académico azul y rosa, colorista, cubista y gigantista por equipararlo con el malagueño universal del que este años se cumplen los 50 años de su muerte. Y la paleta del trío se engrandece con un saxo tenor de paleta tan grande como la del maestro,  Javier Vercher jugando con la caña para engrandecer cada tema, evocaciones de Coleman Hawkins y John Coltrane, de Benny Carter y Ben Wester, Dester Gordon, Lester Young y Charlie Parker, pero incluso nuestro Iturralde, tantos maestros donde el saxofonista madrileño, como su paisano y amigo pianista, han bebido. Cada tema e improvisación de Sánchez con la réplica sonora de Vercher. Y la sección rítmica increíble, rotunda, clara y precisa, creativa del contrabajo del seguro Toño Miguel más una batería de Naima Acuña que con un set no muy grande logró una tímbrica hermosa, baquetas, escobillas, mazas o manos, unos platillos más allá de lo ambiental y sobre todo un toque de caja luminoso, clamorosamente colorido, imprescindible incluso en los silencios.

En esta dedicatoria nueva desfilamos por Pennsylvania con el hotel, hoy desaparecido, del mismo nombre en el 401 de la 7ª Avenida de Manhattan, justo enfrente de la estación Pennsylvania Station y el Madison Square Garden, cercano al estudio de grabación donde Moisés esperaba al ayudante de sonido que no aparecía. Recuerdos de angustias previas y felicidad final tras unos tiempos de juventud que hoy son el poso a una vida con el piano protagonista siempre, el jazzman que transita por estados de ánimo, imágenes llevadas a los pentagramas casi papiros o periódicos del día a día. Otro tanto de Melancolía necesaria para disfrutar del cuarteto, ambientes, atmósferas, el plato cocinado por los cuatro donde cada solo, cada combinación tímbrica nos llevaría por tantos mundos que conviven en la música por excelencia del siglo XX, ya interiorizada sin etiquetas en el actual. Obras que funcionan como suites, unidas por un músico que disfruta y contagia su música, polirritmias, acordes melódicos, exuberancia sonora y todos los calificativos que mi tocayo Pablo Sanz nos deja en las notas al programa.

Seguirían los estrenos, y Dedication II como reflejo de los trece años que llenan la mochila, mucho trabajo y menos pelo, el estudio por tantos estilos y compositores, de Shostakovich a Gershwin pasando por Beethoven (su próximo acercamiento), Europa y el Caribe aterrizando en los EEUU que tanto han influido en la historia, la musical incluida. Introducción libre, efectista, evolución bebop, tributo «clásico» a Chopin o Rachmaninov (otro de aniversarios) y el siempre insustituible Waltz for Debby del «dios Evans» sonando en esta dedicatoria segunda.

Y entre dioses no podía faltar «el Monje«, The Monk con una intro de Naima portentosa, poderosa, seguida por un Javier heterodoxo, el sustento de Toño y el vuelo por el universo de las 88 teclas pero sacando color al blanco y negro, banda sonora sentimental, sonido expansivo muy bien amplificado por los técnicos de la casa. La iluminación la pondría el 4TET de Moisés.

Para cerrar programa otra «locura» del músico y compositor transversal (como así le han definido), Dodecatónico, con intervenciones de sus tres músicos impresionantes para una partitura compleja por sus motivos dodecafónicos, polirritmias, matices extremos y las genialidades del directo que dejaron atónito a un público tan variopinto como la música del Cuarteto y el empuje de la gallegolondinense.

De propina Nobody knows what’s behind (Nadie sabe lo que hay detrás), títulos en inglés como Naima y el origen primigenio para esta segunda parte que también es buena contradiciendo el dicho, impregnada en mi memoria del mejor Bach y el recuerda de su Cantata 147, alegría de los hombres de buena voluntad tocados por el eterno y universal lenguaje de la música.

La armónica pata negra

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Viernes 28 de enero, 20:00 horas. Teatro Filarmónica, Oviedo: CNDM21/22, Oviedo Jazz. Antonio Serrano Quartet: Tootsology. Entrada de butaca: 8 €.

Si el gran Víctor Luque publicó un LP titulado La guitarra imposible, no estaría mal otro de Antonio Serrano (Madrid 1974) como «La armónica imposible», pues parece inimaginable e increíble hasta escucharla que un instrumento tan pequeño suene tan grande. Si el gran Toots Thielemans (1922-2016) ayudó a popularizar y elevar a profesional la armónica, con muchas bandas sonoras en nuestra memoria, era lógico que el alumno aventajado le rindiese un merecido homenaje, ya auténtico virtuoso capaz de interpretar blues, jazz, tango, flamenco y hasta música llamada clásica, tal es el nivel de un músico que disfruta y hace disfrutar en todas sus apariciones radiofónicas, televisivas, discográficas y especialmente en vivo, irrepetibles momentos como los vividos este viernes en un Filarmónica a tope (mascarillas también), porque Oviedo es «La Viena española» y su oferta musical es variada, para todos los públicos y con calidad más que demostrada.

Si el jamón serrano gusta en todo el mundo y en especial los «Cinco jotas», este otro Serrano universal es auténtica pata negra para el «paladar auditivo», con un trío clásico para la ocasión que arropó y brilló con luz propia: el delicado piano de Albert Sanz, sin excesos e incluso tuteando la armónica protagonista, el contundente contrabajo de Toño Miguel, discreto pero necesario, y la elegancia irlandesa del veterano Stephen Keogh, metrónomo con gusto tanto a las baquetas como las escobillas.

El homenaje a la figura del armonicista belga estuvo plagado de los llamados «standars» que tanto gustan al aficionado, auténticas joyas desde el Tunin’In sintonía de «Jazz entre amigos» para los clarinetistas como Woody Herman o el Don’t be that way de Benny Goodman que la armónica lleva a su color, más el increíble «Barrio Sésamo«, todas ellas melodías capaces de retrotraernos a nuestros años jóvenes como también el éxito de Disney del tantas veces versioneado Someday my prince will come, con un esbozo intermedio del mejor verano de Gershwin que «pasaba por allí», la Soul Station en estado puro más dos obras que coincidieron esta semana con visiones tan opuestas como bellas melodías como Las hojas muertas o la Mañana de carnaval. Trío a medida para un Serrano estratosférico.

Imperdibles versiones «clásicas» donde la armónica imposible de Antonio Serrano hace a Bach atemporal, melodía y armonía todo en uno, amplificación para ella volcada, revisitando el Real Books, la «biblia» de todo músico de jazz, con ese Bluesette de Thielemans, incluso tuvimos hasta un espontáneo pidiendo una propina específica que comenzó con un esbozo de la Malagueña de Lecuona para terminar con en el Duke’s Place, armónicas de todos los sabores: a acordeón o bandoneón, trompetas con sordina y percusiones linguales, de «cine cinco estrellas» y club de jazz madrileño, incluso sintonías radiofónicas para «omívoros» noctámbulos «Entre dos luces» que mantienen vivo el primer instrumento que hice sonar en mi vida imitando aquellos vaqueros del Far West. Faltaron las copas con su tertulia posterior, pero al menos la música sigue uniéndonos para encontrarnos con amistades atemporales que seguimos disfrutando.

La Guapería de Zenet se quedó

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Viernes 10 de mayo, 20:30 horas. Teatro Jovellanos, Gijón: Zenet: La Guapería. Entrada butaca: 26€.

La Guapería llegó… y se quedó reza el estribillo del último trabajo del malagueño Zenet, jaleado por un teatro lleno hasta la bandera con un coro espontáneo del que Tony comentó “sois muchos para una furgoneta”, la que traía a Gijón temas que canta y cuenta, con una iluminación elegante, un sonido perfecto y una banda que siempre es un placer escucharla, mayor o menor pero convincente, empujando, con sus habituales y casi imprescindibles: el venezolano José Taboada (guitarra), los cubanos Moisés Porro (batería y percusión) y Manuel Machado (trompeta y fliscorno) el inmenso, más los maños Raúl Márquez (violín) y Toño Miguel (contrabajo), último fichaje de una «escudería» multinacional que sigue aportando calidades cada vez que suben a escena, músicos de raza, curtidos en ese mestizaje de estilos que Zenet necesita como un traje a medida.

Sea en el Café Central madrileño, en el Cervantes malagueño o en la Plaza Mayor de Gijón, por recordar las últimas veces que les escuché, la banda que acompaña a Zenet siempre convence y enamora, vistiendo los poemas musicales de Javier Laguna como en anteriores trabajos, o convirtiéndose en “ladrones de género” del último CD, tomando prestados temas que se fueron en barco, los robaron y devuelven con el «sello Z» que en vivo siempre es único e irrepetible. Viajes sin moverse de casa, desde la butaca, cerrando los ojos pero abriendo bien los oídos.

Casi dos horas de concierto comenzando con temas de «La Guapería«: Estás equivocada (compuesto por Osvaldo Farrés), Ansias locas (Delfín Figueroa), Devuélveme mis besos del gran Bola de Nieve que muchos recordamos por Olga Guillot ahora atracado en tierra firme aunque siempre de aires marinos, Me gustas (de Javier Lagunaaunque me cueste la vida y seas lo que no me conviene, que aparece en el vídeo clip de estética en blanco y negro pero llena de color, rueda de acordes arrancada con la guitarra de Taboada que crece sumando instrumentos como la escena de todos ellos, llevándonos a su terreno como la propia letra. Desgranando solos en la trompeta de Machado, el violín de Márquez recordando a Grapelli, y los bongos de Porro poniendo la firma de bolero cubano, mexicano, malagueño. Fusiones Zenet que aúnan los ritmos para retornarlos sin tiempo.

Canciones que van conformando nuestra memoria musical porque están rodadas y escuchadas como Cuando te enfadas (de «Si sucede conviene«), Quién sabe rememorando un «Quiéreme mucho» que se autopregunta «no sé quién eres» pero nosotros siempre convencidos con Zenet, no está el piano de Pepe Rivero pero la banda siempre reviste cada canción de verdad, antes de provocarnos con Échame el humo a la cara (con un solo inicial de Machado al fliscorno o flugelhorn genuinamente neoyorquino que mejora incluso la armónica grabada), los temas «slow» que tan bien lleva el boquerón de acento chulesco y gestos canallas subrayando cada pequeña historia, pasando de la luz a la sombra sin perder nunca claridad ni emoción.

ImágenesTranquila, No te empeñes más (Martha Valdés), Es tan difícil (Bola de Nieve), solo con la guitarra de Taboada haciendo fácil lo único, sin piano, letras que conforman ellas solas auténtica lírica, música y poesía íntimas antes de devolvernos la marcha a discos anteriores con Entre tú balcón y mi ventana permutando clarinete por violín, o volvernos a los locales de poca luz y humo ya perdidos con Que será lo que me has dado, surcar Los mares de China con Un beso de esos llevando el timón el contrabajo de Antonio Miguel, o viajar Por debajo de Madrid. Sin paradas, con palabras que mueven y conmueven, Estela, siempre por ella, nuestra «debilidad» A poquito que te roce con mucho swing, trompetas con sordina y violines zíngaros, Tu no yo sí, el recuerdo de Matamoros de aire cubano con humo de habanos y sabor a ron, «quiéreme… bésame» coreado por todos pero sin furgonetas.

Como en una película el título último cerca de las diez y media de la noche tras una sesión continua de Oscar sin palomitas, La palabra fin (Chico Novarro) de esta Guapería en coche descapotable que realmente fue Demasiado (Gradelio Pérez con el vistobueno de su hijo Alain), confesiones íntimas de Zenet, «demasiado tiempo» perdiéndose con el público, «La Guapería llegó y se quedó» en nuestro recuerdo sonoro y emocional.

Público en pie, agradecido, enamorado y sin amplificar, solos Machado, Taboada, Márquez y Zenet sentado a pie de escenario para volver a Soñar contigo. Aún hubo tiempo para firmar discos, sacar fotos y charlar un poco.