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Instantáneas sonoras

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Jueves 5 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni«: Rafał Blechacz (piano) y Bomsori Kim (violín). Obras de Beethoven, Fauré, Debussy y Szymanowski.

Las grabaciones musicales son como las fotos, la captura de un momento que podemos repetir cuantas veces queramos porque nos recordará ese instante irrepetible dejando a la memoria y a menudo también la fantasía, que ponga el resto, aunque haya sido algo fugaz pero imperecedero. Las fotos viejas, como los discos, se pueden retocar para una mejor conservación e incluso apariencia, pero nada es comparable al directo, especialmente en la música.

La introducción viene a cuento porque en estas Jornadas de Piano volvía el pianista polaco Rafał Blechacz, que me dejó una excelente impresión allá por noviembre de 2012 en estas mismas Jornadas, así como su primer disco con el sello amarillo, pero no en solitario, aunque apareciese el primero en el orden, sino junto a la violinista coreana Bomsori Kim, con quien parece congenió hace dos años y se plantaron en el estudio para dejarnos una grabación que escuchamos al completo en el auditorio, aunque los estudios y el directo no sean lo mismo. Con la tapa acústica abierta al máximo, el Steinway tapó demasiadas veces el hermoso sonido del Guadagnini de 1774, algo que en la mesa de mezclas se puede arreglar pero sin la tecnología quedó en un segundo plano inmerecido porque realmente hubo momentos del concierto deliciosos.

No podía faltar este año Beethoven una de sus sonatas para violín y piano (ausente en su último CD), optando por la Sonata en re mayor, op. 12 nº 1 (1798) que pude seguir recordándola casi nota a nota de mi último curso de piano en «Música de cámara II» con el profesor Carlos Luzuriaga. Buena complicidad entre los dos intérpretes pero desequilibrado balance sonoro que no nos permitió degustar los intrépidos y dialogados pasajes del Allegro con brio. El Tema con variazioni. Andante con moto sí dejó una mayor presencia del violín aunque la rotundidad del piano de nuevo ocultaría ese juego sonoro entre los dos intérpretes. El Rondo. Allegro adoleció de lo mismo, casi como si el violín acompañase a un piano protagónico de principio a fin, hasta en el orden del programa, por su sonoridad incluso en los pasajes más pianissimi, con la firma inequívoca del genio de Bonn pero obviando la aportación y complemento del violín.

La Sonata en la mayor, op. 13 nº 1 (1875-76) de Fauré pareció enmendar un poco la falta de equlibrio entre los intérpretes, cuatro movimientos donde el violín tiene mucho que tocar en una pugna con el piano muy alejada del ciclo de canciones del francés, si bien su lirismo y estilo ya se perciben, especialmente en el segundo movimiento (Andante). Lucimiento en el Scherzo, Allegro vivace de ambos demostrando lo estudiado que tienen este repertorio antes de grabarlo, miradas y gestos claros para un buen entendimiento y una versión algo fría pero técnicamente impecable.

Para la segunda parte el resto del disco, en claro mejoría tanto de sonido como de implicación, primero la Sonata en sol menor (1917) de Debussy, virtuosismo polaco y pasión coreana dibujando esa paleta única del segundo compositor francés del concierto, mismo idioma pero lenguaje nuevo, más logrado en el dúo, como si todo estuviese planificado en cuanto a la entrega. Especialmente delicado el Intermède: fantasque et léger que nos permitió disfrutar de un violín sedoso más presente y protagonista que en los primeros «cortes» y haciéndonos olvidarnos del homenajeado alemán. Lo mejor vendría con Szymanowski y su Sonata en re menor, op. 9 (1904), verdadera pasión compartida, protagonismos equilibrados, sonoridades controladas con mayor lucimiento del violín de Kim más un piano de Blechacz auténtico contrapeso y guía emocional en los tres movimientos. Por fin el espíritu camerístico como escuela tanto interpretativa como auditiva, el momento para recordar y no solo un disco en bucle que siempre sonará igual.

No podía faltar lo que se llama «encore» (propina) que además completaría esta presentación discográfica, el mejor Chopin de Blechachz pero con el violín de Kim para que llevase la parte cantabile y el piano polaco completase el arreglo del ruso Nathan Milstein sobre el conocido Nocturno nº 30 en do sostenido menor.
Buen concierto aunque la coreana no aportase mucho calor desde esta técnica implacable y fría, quedándonos con más ganas del Rafał Blechacz poderoso y entregado en solitario que es donde la memoria me lleva, la instantánea sonora de esta tarde de jueves.

El magisterio de Blechacz

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Jueves 22 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano «Luis G. Iberni»: Rafal Blechacz. Obras de Bach, Beethoven, Debussy y Szymanowski.

No había mejor forma de celebrar Santa Cecilia que el concierto de piano de este jueves. Puedo presumir, ya que no tengo abuelas, de haber escuchado a pianistas que han hecho historia y de los que la van a hacer, y el polaco Rafal Blechacz es uno de ellos con total seguridad, ya la está haciendo. El responsable del ciclo le calificó del siguiente Zimerman, y no le falta razón. El sello amarillo con el que ha firmado en exclusiva tiene otros buenos colegas pero nada que ver con él.

Las obras elegidas para esta gira son una auténtica clase magistral de piano (en el Baluarte pamplonés quedaron boquiabiertos), casi 300 años de historia en cuatro autores, y si además tenemos las notas al programa del maestro Pantín entonces unimos teoría y práctica para redondear una tarde pianística excepcional.

La Partita nº 3 en La m, BWV 827 (Bach) resultó fresca, limpia, de ornamentaciones exquisitas, contrastes ajustados, pulcritud total y una ejecución fantástica en las siete danzas que forman un todo pese a sus diferencias, unidad expositiva e interpretativa, claridad en las voces, fraseos transparentes, magisterio barroco en un piano íntimo.

El Beethoven amado y menos conocido llegó con la Sonata nº 7 en RE M., Op. 10 nº 3, continuidad perfecta tras el kantor, arranque vigoroso del Presto, serenidad y madurez en el Largo e mesto, alegría en el Menuetto: Allegro, retomando el aire puro, y el Rondo: Allegro colofón de lujo donde la sobriedad no impidió disfrutar de sonoridades increíbles y nueva maestría interpretativa, conocida por las grabaciones pero donde el directo es irrepetible.

Tras la pausa nuevo paso adelante en el tiempo con dos autores igualmente recogidos en la discografía del polaco pero que el Steinway del Auditorio recreó para gozo pleno. La Suite Bergamasque (Debussy) fue un abanico de luz y color, matices únicos, ambiente sonoro plenamente impresionista lleno de delicadeza precisa y preciosa, con un Clair de lune plateada por llena y poderoso influjo en el público. Si la grabación es joya, del directo no tengo sustantivos ni calificativos para los cuatro números.

Szymanowski parece hacer confluir todo lo anterior desde la Polonia del siglo XX como cerrando la clase magistral de hora y media en los dedos de su compatriota. La Sonata nº 1 en Do m., Op. 8 nos mostró otra cara de un diamante gigantesco, llena de fuerza y nuevos brillos, luminosas dinámicas con brío (Allegro moderato) frente a tenebrosos pasajes resposados (Adagio), ave fénix del Tempo di minuetto y sentar cátedra en la doble fuga Finale que el profesor Francisco Jaime Pantín califica como «cóctel  explosivo…  en una sonata que, aunque aparentemente excesiva, mantiene una fuerte cohesión interna en virtud de un sistema de derivación temática en el que los elementos parecen relacionarse«, y así la interpretó Blechacz, exacerbado, luminoso, febril, visionario, académico y de complejidad intelectual volviendo a retomar a mi admirado Paco. Teoría y práctica en estado puro.

Chopin es el músico polaco por excelencia y ahora mismo Blechacz su mejor intérprete, ganador en 2005 de su concurso, y no podía marcharse sin regalarnos el Vals nº 3 en La m. Op. 34 nº 2 para rendirnos ante el piano romántico cual epílogo de la clase magistral. Y otro más, expléndido en todos los sentidos.

Rafal Blechacz cercano a la salida, firmando programas, discos, posando para los aficionados y agradeciendo nuestra presencia. Gratitud de un público más sano que de costumbre y menor del merecido, pero esto daría para mucho más.

Todo un Maestro de 27 años que ha irrumpido en la historia de los Grandes Intérpretes, y algunos piensan como yo que es el pianista del siglo XXI, y espero seguir disfrutándolo.

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