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Más que cuentos chinos

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Foto © Hedda Morrison (1946) y montaje © OSPAcom

Viernes 28 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 4: OSPA, Elizabeth Hainen (arpa), Rossen Milanov (director). Obras de Tan Dun y Rimski-Korsakov.

Con mucho interés acudíamos al estreno en Europa de «Nu Shu: Las canciones secretas de las mujeres» y la conferencia previa de Israel López Estelche sobre «La palabra, fuente de vida: tradición, mujer y supervivencia en la composición musical» llenó la sala de conferencias nº 4, pues además de las notas al programa (links en los compositores al inicio de esta entrada) de las que es autor el reciente premio de la Fundación SGAE, la amplia exposición con ejemplos centrando el último tercio en la obra de Tan Dun (1957) ayudó mucho a una mejor comprensión de un estreno sobresaliente.

Tan Dun aunque chino de nacimiento es plenamente yanqui en formación (incluso autor de bandas sonoras) pero capaz de conjugar ambas culturas desde una música cercana, fácil de escuchar, bien ensamblada, con una presencia casi ritual del agua en sus obras, que tampoco faltó en Nu Shu, y donde la puesta en escena («Performance») está muy cuidada. El subtítulo de esta composición estrenada en 2013 y este viernes 28 de noviembre en Europa, dejaba claro que se trataba de una Sinfonía para arpa, trece microfilms y orquesta, una pantalla central y dos laterales sobre las que discurrirían completando escenas, puntos de vista complementarios, a menudo opuestos, sin perder la escucha de esas canciones «pregrabadas» que los intérpretes debían acompañar en perfecta sincronía, amplificado con tino y perfecto equilibrio de planos, con poca luz en el escenario, leds en los atriles, luz cenital para la arpista que también forma parte de esa globalidad, y todo bien cuidado por parte del máximo responsable: Rossen Milanov, repertorios como el de este último concierto de noviembre donde está en su salsa, volcado y convenciendo a todos, lógicamente a los músicos en primer lugar.

Esta sinfonía organizada en seis movimientos es el ciclo vital como nos explicaba López Estelche, el pasado de las canciones, el presente del arpa y el futuro de la orquesta, ese fluir como el río de la vida que también aparecería en los microfilms o clips que diríamos hoy en día.

En cada estreno suelo tomar notas según escucho, aunque la poca luz y sobre todo la necesidad de no perderme ni un detalle de cuanto sucedía sobre el escenario me hizo escribir como un niño sin mirar al cuaderno, pues quería plasmar en mi papel una descripción, siempre imposible, de una obra que es única y pienso gustó a todos.

El inicio, I. Prólogo, comenzó ambientado por la sección de percusión que como en casi todas las obras de Tan Dun requiere instrumentos específicos, esta vez los cuencos frotados con arcos de contrabajo y ese colchón de toda la cuerda inquietante, seguido por el viento hasta la primera aparición del arpa en un lenguaje reconocible como chino por los occidentales. La proyección mostraba una pintura en el «Nu Shu» escrito que a medida que avanzaba resultaba un abanico así decorado, mientras el ambiente de cierta crispación mantenía diálogos entre la solista y la orquesta, trompetas con sordina y tratamiento percusivo de la cuerda, para desembocar en una plenitud melódica que pone al arpa como un instrumento más mientras «cantan» clarinete y flauta melodías orientales. Un segundo vídeo nos trae el primer canto de mujer y un manuscrito «secreto», acompañado por el arpa en la sala perfectamente sincronizados, viendo pasar hojas en las pantallas laterales alcanzando un momento álgido de belleza sonora y visual con la vieja cantando en un timbre grave y una joven de espaldas que luego se suma en registro agudo, formando un todo emocionante, manteniéndose ese clima volviendo a un pasahoja casi cronológico en la izquierda antes de un tutti final.

El segundo movimiento, II. Historia de la madre, pasa la base ambiental sonora al viento, con tablas – látigo en la percusión y las voces proyectadas en una escena donde el centro mostraba una novia a la que vestían, un «drama» de la hija que marcha del hogar y que son como tres días de llanto que nos contase Israel en la conferencia previa. La orquesta siempre percusiva e intrigante con un tiempo lento y continuos reguladores dinámicos (de menos a más y viceversa) con trombones y tuba más el arpa dando paso a un nuevo microfilm o clip que muestra precisamente los llantos, las tres pantallas completando la visión global mientras la música rítmicamente subraya una escena de angustia, en un ensamblaje perfecto de música e imagen, tensiones que parecen aumentar para luego mitigarse como las dos visiones de madre e hija en un tutti memorablemente tratado desde el volúmen.

III. El pueblo de Nu Shu se nos presenta con un clip de agua, la misma de la percusión que tan bien trabaja Tan Dun, con los contrabajos anclando la realidad, puente y río, más instrumentos en registros graves como flauta, contrafagot, clarinete bajo, el arpa acercándonos a la aldea tratado rítmicamente desde unas melodías de instrumentos graves a los que se suman las trompas en un tratamiento muy cinematográfico por orquestación americana para temas chinos. No abusa del recurso porque para la transición de imágenes comienzan los portamentos en la cuerda y después metales antes de ver y escuchar otro canto con la imagen de Mao detrás acompañada por el arpa (siempre presente como alianza pasado-presente) a la que se suman los violines segundos y violas mientras un zoom del rostro coincide con un «crescendo» delicado en cuerda y arpa, continuando las trompas para hacernos entrar en una casa de la aldea, puertas viejas cerradas con la luz inquietante e interrogativa cantada por el clarinete en un contraluz musical que «funde a negro» tras una pincelada de trompeta. Documento sonoro vivido de forma presente y atemporal, tres visiones de la misma calle caminando por ellas con la orquesta en ritmo americano tamizado siempre por lo oriental, toque de marimba con apariciones de clarinetes y flautas, haciendo camino al andar que nos mete en él desde un recurso tan plástico como situar la silueta de espaldas, orquesta caminando en «glissandi» con metales y cuerdas rítmicos sincopados, efectistas antes del «estallido» final de volúmenes bien llevados. La orquesta funciona e impresiona con las imágenes, los efectos de Hainen y Milanov mandando.

IV. La intimidad de las hermanas y toda la historia sigue tomando forma, dos imágenes laterales de dos mujeres y el arpa con los violines segundos más el concertino dan paso a un oboe acompañado esta vez por el murmullo de mujeres grabado mientras vemos una cara anciana tapada por su mano, llanto que descubre risa mientras el arpa y la sección de cuerda cumplimentan este engaño visual antes del nuevo clip con más presencia del agua, poesía total, una barca remando en el centro, el río en los laterales, fluir sonoro, hojas flotando, joven remando de espaldas a la orilla con la orquesta en modo menor cantando una melodía lenta, fuerte y majestuosa como el propio remar, como el arpa que se suma en un vaivén equilibrado de canto y agua, sin imágenes para un diminuendo brutal hacia un pianísimo roto por el forte en un nuevo capítulo (V. La historia de la hija) y vídeo, arpa con efectos y sonido metálico, estancia que va mostrando objetos que toman protagonismo por el virtuosismo de la solista, ritmo puro, percusiones de crótalos, pizzicatti y juegos «con legno» en la cuerda antes de otra escena con clarinete bajo y corno inglés, bronces cortantes y la vieja cantando mientras en los laterales volvemos a divisar los abanicos. música íntima, pianísimo, llanto en la voz con toses y carraspeos que también tienen ritmo, marcha del lamento, suspiros que forman parte de la partitura, canto engrandecido por la orquesta acelerando y aumentando volúmenes, contrastes impresionantes y fundido a negro con cuerda y arpa en fluctuante ambientación mientras un unísono de metales nos hace crecer hasta el final.

Nuevo y último movimiento, V. Epílogo, agua, tratamiento actual del arpa percusiva y el chapoteo de «peceras» en la percusión, manos en el río y en la orquesta, tradición universal, coro de lavanderas con una cuerda plenamente occidental para un canto oriental en perfecta simbiosis artística, el viaje de la joven o niña (se casaban con 15 años) y ese ritmo vital combinado con dinámicas que subrayan una acción compartida, el arpa, la cuerda usando la madera del arco, el chapoteo del agua con la amplificación exacta, metales en graves y agudos ensamblados con las voces. La obra global, aunando oriente y occidente, herencia y transmisión oral plasmada desde el estudio, la importancia de la mujer en todo este discurrir, lo femenino más allá de la propia belleza, melodías de reminiscencias armenias como cabalgando entre dos mundos, glissandi queriendo traducir en música el devenir diario de una historia que es grande aunque parezca mínima, como las gotas que quedan congeladas en las pantallas antes de un final de vértigo y efectista desde el pianísimo al fortísimo cual punto final.

Imposible que mis palabras puedan describir un espectáculo total de altas miras y calidad increíble: Elizabeth Hainen más que una arpista casi la narradora necesaria en el único lenguaje universal de la música, la OSPA hablando el mismo idioma, atentos, brillantes copartícipes de esta historia tan bien escrita y contada por Tan Dun, y un Milanov al que se le nota rápidamente su gusto por estos montajes, arriesgados antes de comprobar que cuando hay calidad todos respondemos.

La propina con arpa sola fue como un «anexo» a esas canciones (Esteban Benzecry: Horizontes Inexplorados, First Movement «Del Silencio al Amanecer») todo un universo de recursos en un instrumento milenario que se actualiza con intérpretes como la americana, en esta partitura de un portugués nacionalizado argentino con rasgos «inexplorados» y luz otoñal por lo que ésta supone de claridad de líneas y paleta de ocres.

Si las canciones de Tan Dun no son cuentos chinos, Scheherezade, Op. 35 (Rimsky-Korsakov) forman parte de ese patrimonio universal, los cuentos de las mil y una noches con la mujer narradora, que tengo reciente en pleno carnaval de Oporto donde tampoco faltó lo chino, porque los cuentos siempre tienden a transportarnos a mundos de ensueño. Musicalmente hubo de todo, puede que el ímpetu mostrado en la primera parte pasase factura en la segunda. Milanov dirigió de memoria esta maravilla sinfónica de la historia musical no sólo rusa, pero optando por el efectismo y el trazo grueso que pasó factura a intervenciones solistas no muy afortunadas en músicos que no suelen fallar, atribuyendo esto puede que a la máxima de dejarles hacer que ellos saben, cuando puede ser peligroso si no hay exactitud ni precisión en la cabeza visible. Los cinco cuentos o números de Rimsky permiten a toda formación sinfónica revisarse desde el primero hasta el último compás en una narración donde en este caso Scheherezade debe lograr tensión, emoción y suspense para ir salvándose de la muerte una y otra noche, contarnos cada cuento con misterio, cambios de voz, inflexiones, intriga, suspiros y hasta onomatopeyas que enriquezcan cada historia.

El I. Largo e maestoso – Allegro non troppo comenzó amarrando el aire antes del contraste brioso a la segunda parte, «El mar y el barco de Simbad» comenzaba la singladura con cierto oleaje, aún el timón poco firme, la primera intervención de nuestro Vasiliev no fuese la esperada, aunque faltase mucho recorrido y llegaría a buen puerto por las muchas horas de travesía más que demostradas; el II. Lento – Allegro molto resultó parecido, «La leyenda del Príncipe Kalender» estuvo narrada como los buenos cuentacuentos pero con los cambios de voz no siempre adecuados, echando en falta pinceladas protagonistas en pos del mero color, aunque resultase brillante; III. Andantino quasi allegretto, «El joven príncipe y la princesa» debe rezumar lirismo, los violines cantan la canción de amor y el clarinete habla por voz de la dama, perfecto Andreas que cada vez nos confirma que está siempre «a punto», al igual que la flauta de Myra, siendo el número más convincente en su narración musical por parte de todos; y el IV. Allegro molto como «La fiesta en Bagdad» también es el naufragio del barco, energía que ciertamente no faltó en ningún momento, aunque pueda haber resbalones entre tanto baile. Las sonoridades alcanzadas no tienen peros aunque siga pidiendo más claridad expositiva, independientemente que la propia partitura sea tan buena que lo principal siempre sale a flote aunque el oleaje tienda a mar de fondo.

La escucha de esta obra sugirió al cocinero Pedro Martino de «Naguar» la creación de un plato, bien promocionado con el concierto «¿A qué sabe la música?», como inicio de otra iniciativa de la OSPA. Del afamado chef ovetense pude comprobar su quehacer durante la «Noche Blanca» de Oviedo con Forma Antiqva en este aunar música y comida; esta vez salió incluso a saludar, cual compositor musical finalizada la Scheherezade cocinada musicalmente por Milanov, también cocinero confeso. El plato de Martino se llama «Papada ibérica confitada y glaseada en su jugo de berros a la naranja» que supongo degustaron varios de los responsables y patrocinadores del «Club OSPA» nivel «Vivace» (aportando 500€ como socio patrocinador de esta categoría, se acude a un acontecimiento especial ofrecido por Milanov entre otros beneficios de las distintas variedades o niveles, muy en la línea USA: «Andante» 75€, «Allegro» 150€ y «Presto» 250€) una vez finalizado el cuarto de abono.

La inspiración musical da para mucho y esta vez nos contaron dos cuentos, aunque la recreación e imaginación, como los gustos, es siempre muy personal.

Prensa regional del sábado 29:

Ensayando para los reyes

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Miércoles 22 de octubre, 20:30 horas. Auditorio de Oviedo, XXIII Concierto Premios Príncipe de Asturias, ensayo general. W. A. Mozart: Réquiem en re menor, K. 626. Ainhoa Arteta (soprano), Maite Arruabarrena (mezzo), Luis Dámaso (tenor), José Antonio López (barítono-bajo), Coro de la Fundación Príncipe de Asturias (maestro de coro: José Esteban García Miranda), OSPA, Rossen Milanov (director). Entrada libre previa recogida de invitación.

Veintitrés años de conciertos para una semana donde Oviedo se viste de gala para entregar sus galardones más internacionales, pero donde la crisis se nota también. Atrás quedaron las semanas de música con el patrocinio de unas perdidas cajas de ahorros y sus obras sociales, reeconvertidas en bancos que no suelen entender la música como inversión, con figuras internacionales y obras para recordar.

Para este 2014 la FPA ha programado el siempre bello, emocionante y exigente Réquiem de Mozart a cuyo ensayo general acudió público variado que llenó el auditorio aunque desconociendo probablemente qué es un ensayo, donde los solistas no suelen darlo todo (enhorabuena para los que sí), se cronometran y ajustan últimos detalles de protocolo, para finalmente retocar o dar esas anotaciones necesarias que desemboquen en un concierto lo mejor posible.

Con la plantilla al completo y en pie se comenzó con el Himno nacional de España que el maestro Milanov aún no parece dominar, siendo imperdonables desajustes hasta en los platillazos. Menos mal que no se tiene en cuenta para la crítica la ejecución (nunca más literal) del himno patrio, sin letra aunque el coro permaneció en escena preparado para la siguiente.

Reubicados y con la plantilla mozartiana para su obra póstuma comenzó titubeante el Requiem aeternam, primero orquesta y después un coro que se adapta a lo que le pidan, y personalmente me congratula porque creo que les faltó más confianza con el director, aunque solventaron la papeleta con una profesionalidad de la que siempre hacen gala. El trabajo de años con Pepu al frente se nota, logrando una formación moldeable, rigurosa y precisa, con una gama dinámica sobresaliente en todas las cuerdas, aportando seguridad. Hasta el Confutatis no hubo comunicación ni interpretación, demasiado silábico y marcado todo, faltando más legato y expresividad, mayor contraste entre orquesta y coro, que no tienen porqué sonar iguales, el contraste es una de las grandezas de esta obra del prodigio de Salzburgo. El Lacrimosa resultó de lo mejor, realmente emocionante y a punto de saltársenos las lágrimas porque la sal apareció por fin. Y con el Sanctus ya parecieron entenderse todos mejor (bien el fugado), si bien eran las voces quienes acababan encontrando la pulsación poco precisa del maestro búlgaro que no parece encontrarse cómodo con estos repertorios, debiendo percatarse que los coristas deben tener siempre claro el tempo y las entradas, algo difícil con la gestualidad del titular. Conocer la obra como este coro siempre ayuda y fueron realmente quienes mantuvieron el tipo. Mis felicitaciones para ellos.

Del cuarteto solista siempre destacar a Ainhoa Arteta, una figura internacional cercana, volcada durante todo el ensayo, incluso en las repeticiones posteriores, cuya voz siempre es un placer degustar con Mozart. Otro tanto de José Antonio López, potencia, claridad de emisión y musicalidad en todas sus intervenciones, convenciendo en el Tuba mirum de inicio a final, bien secundado por Luis Dámaso que cumplió y empastó con sus compañeros, línea de canto hermosa perfectamente adaptada a la partitura; pues el director no pareció pedirles nada especial, por otra parte difícil en una obra tan conocida y cantada. Una pena Maite Arruabarrena que «dejó cojo el banco» y siempre oscurecida, poco volumen, tapada en la mayoría de sus intervenciones, de registro grave inaudible (y esta vez estaba en la fila siete) dejando el medio y agudo justo para poder apreciarla. Supongo que en el concierto será otra cosa, aunque a la vista de los mimbres no sé qué cesto saldrá. Tampoco se contagió de la entrega de sus compañeros, aunque repito que un ensayo general suele ser así.

La orquesta tiene a Mozart en sus genes, siendo capaz de lo mejor y lo peor, incluso de combinarlo en una misma obra. Por lo menos el director corrigió al final detalles que son casi de manual, de los que los profesores tomaron nota. Pienso que sigue faltando más precisión en el podio, no es solamente el discurso musical o los matices, que están siempre pero que sin una pulsación clara (haya o no rubati) es inexistente el encaje necesario, por otra parte más difícil en los ritardandi que sí entienden a la primera. La preocupación por el color sigue vigente, colocaciones incluso de los solistas entre coro y orquesta, eligiendo timbales de bronce o trompetas de llaves, pero la línea no debe sacrificarse en pos del color, menos en el Clasicismo. Felicitar esta vez a los trombones, especialmente en los solos, capaces de transmitir esa sensación orgánica que todo el Requiem respira.

Final con Asturias patria querida y mismas sensaciones, tapado por un público que no mantiene pulso con el escenario y acaba «mandando», populismo mal entendido nuevamente para un himno que, hace tiempo ya comenté, se le viste de solemnidad con una orquestación para estos momentos.

Después vinieron las correcciones puntuales con parte del público interrumpiendo al salir en plena labor directorial. Del técnico de sonido preparando la microfonía mientras sonaba Mozart mejor ni opino porque denota falta de prudencia, algo parecido a los fotógrafos cuyos clic enturbian y rompen un ambiente necesariamente de concentración. Hubo tiempo para enchufar antes del inicio, y ajustar niveles sin tanta molestia para todos, incluso la visual.

El jueves es el día, Felipe y Letizia estuvieron como príncipes y vuelven como reyes, aunque todos sabemos que la melómana es Doña Sofía. El concierto no llega a la hora y Mozart gusta a todos, incluso a los entendidos…

Sin miedos

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Jueves 16 de octubre, 20:00 horas. Teatro Campoamor, LXVII Temporada de Ópera de Oviedo. Tercera funciónCuatro últimas canciones (R. Strauss) y El castillo de Barbazul, Op. 11 (Béla Bartók). Intérpretes: Ricarda Merbeth (soprano); Barbazul: Albert Dohmen (bajo-barítono), Judith: Ana Ibarra (mezzo), OSPA, Rossen Milanov (dirección musical), Tim Carroll (dirección de escena). Entrada de última hora: 15 €.

Simbolismo, miedos, numerología amplia para unir dos conceptos, dos obras muy distintas, los cuatro últimos Lieder de R. Strauss más de concierto pero con una soprano en escena y orquesta en foso, dos personajes para la ópera en un acto de Bartók, con siete puertas, todo en uno desde la escenografía que consiguió unir mundos teóricamente opuestos pero que se acabaron tocando.

Las «Cuatro últimas canciones» (Vier letzte Lieder) de Richard Strauss resultaron logradas escénicamente, cuatro cuadros donde la alemana Ricarda Merbeth que volvía a Oviedo, se fue situando completando los colores de unas estaciones vitales, casi recordándome las pintadas por el gran Eusebio Sempere, verde para «Primavera» (Frükling), dorado para «Septiembre» (September), rojo para «Al ir a dormir» (Beim Schlafengehen), las tres con  con textos de H. Hesse, y azul para «En el ocaso» (Im Abendrot), con texto de Joseph von Eichendorff, y así fue recreando vocalmente desde su estatismo y con el sobretelón o tela transparente delante, esas cuatro etapas, mejorando en cada una para crecer paradójicamente en el ocaso, todo con una orquesta cómoda en estos repertorios y donde Milanov concertó buscando esa misma paleta, mimando a la soprano aunque por momentos el grave quedase algo oscuro, como contagiado de esa angustia que flotó en toda la hora y media de representación.

Sin pausas, continuando la acción nos encontraríamos un mohoso, cochambroso despacho cual «castillo interior» donde un Barbazul poeta con máquina de escribir, comienza a contarnos la historia: sobretítulos con la tipografía al uso muy lograda, proyectados como si de un plano detalle nos fuese mostrando el texto y el sonido propio al teclear, fondo casi de papel amarillento porque el blanco rompería ese ambiente no gótico sino claustrofóbico y húmedo. Impresionante Dohmen con un timbre adecuado a su personaje, capaz de redondear en el grave tan presente en la ópera de Bartók, y alcanzar agudos sin romper un color vocal difícil de mantener para una partitura dificilísima para los dos personajes. La mezzo Ana Ibarra resultó el equilibrio perfecto, la inocencia y valentía para ir abriendo cada una de las puertas también de distintos colores, ganando presencia y sobreponiéndose sin problemas a un poderío orquestal que subraya y completa toda la acción argumental, siempre sin miedo a las preguntas de su pareja. La OSPA sonó inconmensurable en cada sección, planos que en foso no resultan estridentes, con un Milanov volcado en este estreno carbayón, atento al dúo vocal y elevando a coprotagonista su formación que en esta juvenil composición del húngaro ya plantea innovaciones en orquestación, armonías y discurso musical.

Coronando estas ecuaciones la escenografía de Carroll nuevamente bien planteada, despacho como colgando centrado en el primer piso del escenario y por debajo puertas con iluminación y acción paralela al relato, que se van abriendo con tres figurantes recreando en doble plano muy cinematográfico, con mismo vestido (también del inicial straussiano) y mismo peinado de la mezzo, que al final ocuparán los cuatro cubos donde se inició esta original función.

Música dura para los líricos habituales, sin arias conocidas o melodías pegadizas pero convencidos por la escenografía en otra «vuelta de tuerca» como apuesta de los gestores de la Ópera de Oviedo, uniendo concierto y ópera breve en una representación sin igual, utilizando de hilo conductor ese ambiente angustioso del propio discurrir humano, las etapas del veterano Strauss y el freudiano devenir de Barbazul y Judit por un joven Bartók, amores redentores sabiendo el trágico final desde el mismo momento del inicio, narrado con máquina de escribir e interpretado con la entrega de todos, dramatismo vocal de los tres excelentes cantantes con el subrayado resaltado e impoluto de unos actores de reparto como los músicos de la OSPA (un aplauso para todos los solistas pero especialmente para la flautista Myra Pearse) con su titular al frente, sin los que la historia no hubiera sido igual.

La noche con lluvia intermitente que esperaba al finalizar resultó más luminosa tras los noventa minutos, tétrica pero profunda, conmovedora en todos sus puntos.

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Buenos deseos pero incertidumbre

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Viernes 3 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, OSPAAbono 1, Javier Perianes (piano), Rossen Milanov (director). Obras de Mozart, Grieg y Chaikovski (notas al programa de Ramón G. Avello en los links de los compositores).

Arranca la temporada 2014-2015 de la orquesta de todos los asturianos, primero en Gijón y a continuación Oviedo, con la Consejera de Educación, Cultura y Deporte de testigo, el búlgaro Milanov en el podio titular y el onubense Javier Perianes pianista solista que siempre aporta esos detalles que resultan diferenciadores para un programa conservador equilibrando conocido y olvidado.

Mozart es siempre traicionero porque su música es agradecida, terapéuticamente positiva pero exigente de principio a fin. La selección de la suite del ballet de Idomeneo K. 367 se redujo a dos números de los cinco, la Chaconne y el Pas à deux, con los que la OSPA pareció dar el primer aviso de que aún falta rodaje, como si de un coche fuera de punto y funcionando con tres cilindros se tratase: las secciones aunque ensambladas todavía desajustadas y el conjunto aún más (aunque los solistas siguen siendo de seguridad pasmosa), con pasajes poco claros que hacían irreconocible el sonido del motor. Desconozco si la mecánica era fruto de la conducción de Milanov o directamente la necesidad de lubricar pistones, pero no hubo entendimiento, indecisiones en entradas, dinámicas sólo en papel, y había muchas, sin ensamblarse para dejar esa sensación de tirones continuos.

El plenamente romántico Concierto para piano en la menor, op. 16 de Grieg pareció ir tomando el punto a la marcha, pero sólo la magia de Javier Perianes sacó a flote la belleza de una partitura que todos conocen. Faltó unificar el discurso entre solista y director, el instrumento piano con el instrumento orquesta, de nuevo indecisiones en las caídas entre ambos. Cierto que hay momentos donde es imposible no emocionarse y donde las intervenciones de todos llegan solas a lo más profundo, pero faltó química. El aire ligero del primer movimiento Allegro molto moderato resultó más cómodo para el piano frente al Adagio preciso para todos con claridad de líneas exhibida por un Perianes de gamas dinámicas conseguidas y que pareció contagiar a sus compañeros más que al maestro. El Allegro moderato molto e marcato volvió a evidenciar las carencias apuntadas, la orquesta detrás frente al poderío del andaluz en cada cadencia con su impronta interpretativa y la contestación en otro idioma con unos rubati mal entendidos o transmitidos por el director y matices poco cuidados por todos, lo que impidió una mejor interpretación global.

El Nocturno en do sostenido menor, Op. póstumo de Chopin fue la propina que reivindicó la calidad y calidez del pianismo de Javier Perianes en un momento de su carrera que sigue en ascenso y todavía queda recorrido, demostración de lo que Grieg pudo haber sido y no fue.

La Sinfonía nº 2 en do menor, op. 17 «Pequeña Rusia» de Chaikovski no es que se programe tanto como las tres últimas del ruso pese a ser la más cercana al alma de su pueblo por los motivos usados y una orquestación que recuerda a sus correligionarios. Con alguna cara nueva y refuerzos puntuales, la formación asturiana fue entrando en calor pese a los aires nórdicos del concierto, el cuarto cilindro al fin arrancó y el motor retomó el sonido potente al que nos tiene acostumbrados, aunque sólo en el cuarto movimiento, con un Milanov que nunca pisó a fondo aunque se dejó llevar por una partitura con demasiadas curvas tomadas casi por los atajos. Sin hacer paralelismos, está pasándome como con Alonso y Ferrari, deseo siempre lo mejor pero parece que tampoco ganará su tercer mundial, aunque los anteriores ya están en la historia. La temporada es larga, hay paréntesis «obligados» y los conductores deberán conocer y entrenar más con el coche. Los invitados previstos son de primera, pero el maridaje y entendimiento entre todos será necesario para el éxito total, ya que los parciales hacen que parte del público marche al descanso, como si una vez conocida la «pole» el resultado de la carrera volviese a deparar el resultado no deseado.

Entrevista de Javier Neira a Javier Perianes en LNE:

Despedida agridulce

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Viernes 6 de junio, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Clausura temporada OSPA, Abono 14, Renaud Capuçon (violín), Rossen Milanov (director). «El mundo de ayer», obras de Berg y Mahler.

Sabor vienés, amores eternos, referencias al pasado, calidades contrastadas y distintas concepciones de una realidad siempre cambiante. Así se me amontonaba el día después las sensaciones del último concierto de la OSPA para los abonados y antes de su rápida gira por Bulgaria, tierra del maestro titular donde Asturias sonará con nuestra mejor embajadora cultural.

La conferencia previa a cargo de Daniel Moro Vallina, autor de las notas al programa que aparecen, como casi siempre, enlazadas en el inicio con los autores, la más nutrida de las programadas a lo largo del curso musical, nos preparó para lo que vendría a continuación, completando con magisterio tal vez demasiado arduo y técnico para el público asistente pero siempre de agradecer. Escuchándole parecía estar describiendo, con matices, nuestra actualidad aunque Austria no sea Asturias pese a que Oviedo  y Viena programen casi las mismas actividades musicales sin tener los «pesos pesados» de la época que bebieron y vivieron Mahler y Berg.

El Concierto para violín «A la memoria de un ángel» (1935) de Alban Berg es difícil no ya de interpretar sino de digerir por el público pese a ser una obra conmovedora de principio a fin donde el violín transforma sentimientos en música desde un dodecafonismo pleno de expresión, y el gran Renaud Capuçon transmitió dolor, pasión, poesía, en un diálogo con la orquesta que se adaptó al mismo como un guante de seda perfectamente guiado por Milanov. Obra dedicada a la muerte de Manon, la hija de Alma Mahler y Gropius, se estrenó en Barcelona, siempre a la vanguardia por geografía y cultura, suena actual y desgarradora en igual proporción como ajena para muchos de los presentes que prefieren otro canon de belleza menos conflictivo y más «cómodo de escuchar». Los intérpretes apostaron por el primer caso, lirismo desde el dolor, referencias escritas a corales bachianos donde la sección de viento me transportó a los órganos de Leipzig y el violín de Capuçon puso la voz sin palabras a esta obra que va unida a su propia vida. Impresionantes sonoridades desde dinámicas amplias por parte de todos. De regalo el violín desgranó la hermosísima e intimista «Danza de los espíritus» del Orfeo y Eurídice de Gluck que pareció acallar tripas tras las tensiones de Berg, versión solística llena de la musicalidad que el violinista francés atesora.

El número de mahlerianos en el mundo aumenta cada día, su tiempo ha llegado hace años y es imposible actualizar grabaciones de sus obras o bibliografía, por lo que cada uno tiene sus preferencias y enfoques desde el conocimiento de sus obras. La Sinfonía nº 5 en do sostenido menor (1901-1902) la diseccionó perfectamente Daniel Moro en la conferencia, sin olvidarse del famoso Adagietto que un genio melómano como Visconti utilizó en «Muerte en Venecia», recordando que con ser el movimiento más corto de la quinta, su duración oscila entre los siete y los once minutos, algo que comentaré más adelante.

Me quejaba una plantilla todavía corta para la OSPA en la presentación de la próxima temporada y es que «La quinta» de Mahler volvió a ponerla en evidencia. El esfuerzo que tuvo que hacer la cuerda para conseguir equilibrar la masa sonora del resto de secciones fue ímprobo por momentos, y tampoco puedo compartir la versión de Milanov que estuvo falta de la necesaria continuidad en sus cinco movimientos, tres partes así concebidas por el propio Mahler, resultando desde mi propia «miopía auditiva» como visiones pintadas desde distintas técnicas:

La Trauermarsch (Marcha fúnebre) arrancaba con un excelente sólo de trompeta que pintaría un óleo a espátula, más sensaciones que líneas desde una búsqueda de tímbricas y volúmenes difíciles de equilibrar. El Stürmisch beweget, mit grössler Vehemenz (Arormentado, agitado, con gran vehemencia) fue como aguada con tinta china o acuarela que exige pintar con soltura al impedir la corrección una vez plasmado en el papel, borroso finalmente por una ausencia de continuidad melódica en detrimento de esa «vehemencia» por parte del director hacia los músicos, con pequeñas manchas en intérpretes otrora seguros.

El enorme Scherzo Kräftig, night zu schnell (Vigoroso, no muy rápido) fue el fresco lleno de color, pletórico en sonoridades donde Morató brilló cual solista de concierto bien arropado por sus seis compañeros, poniendo contrapuntos excelsos el resto de metales, percusión en dosis apropiadas y la cuerda esforzándose al máximo aunque faltase el contrapeso de los graves con cinco contrabajos algo cortos en sonoridad y redondez.

El equilibrio de líneas cual aguafuerte llegaría en el famoso Adagietto. Sher langsam (Muy lento) que permitió a la cuerda con el arpa disfrutar en la ejecución, por otra parte demasiado lenta y cercana a los once minutos (que me perdone Neira) distantes de un Bruno Walter más ajustado a los siete recordando que no es «Adagio» sino «Adagietto» aunque pueda comprender ese placer de alargar el disfrute de esta bellísima página en la interpretación de la sección estrella de la OSPA, pero la declaración de amor de Gustav a Alma es hermosa per se sin necesidad de amaneramientos. Comprendo que Milanov detuviese el arranque ante el siempre inoportuno carraspeo de este cuarto movimiento, inicial de la tercera parte, y retomase el inicio pianíssimo con un arpa de sonido algo hiriente en vez del sedoso a que nos tiene acostumbrado. Para el Rondó – Finale. Allegro optó el búlgaro por colores brillantes y explosivos, exigentes en maderas y metales bien compensados pero de nuevo «apretando» a una cuerda que sonó como si tuviesen el doble de efectivos, óleo sobre madera más que lienzo mezclando con trazos broncíneos o pan de oro homenaje sonoro al tocayo Klimt siempre asociado a Mahler en tantas portadas de discos.

Fantástica obra en interpretación algo desigual aunque disfrutándola como siempre, como la propia lucha interior de Gustav Mahler o de cualquiera de nosotros, la eterna dualidad, agrio y dulce, vida y muerte, placer y dolor para corroborar que «no hay quinta mala», poniendo broche a una temporada con altibajos de la que siempre nos quedaremos con lo que más no hizo vibrar, disfrutar plenamente. Veintitrés años de orquesta, dos con Milanov de titular que está creciendo con ella, aunque se avecinen tiempos de cambio, esperando que los tres restantes eleven la calidad a cotas de excelencia.

OSPA 2014-15: renovando desde la continuidad

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Foto © Kike Llamas

Este miércoles 4 de junio se presentaba en el Auditorio de Oviedo el avance de programación para la temporada 2014-15 de la OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado) una vez finalizada la reunión del Consejo Rector, por lo que se retrasó algo el inicio, acudiendo a la posterior rueda de prensa su presidenta Ana González Rodríguez, la gerente Ana Mateo y el director titular Rossen Milanov, al que se le renovó contrato para cumpir los cinco años previstos.

Foto © OSPA

Tras calificar de «temporada de consolidación», la también Consejera de Educación, Cultura y Deporte quiso resaltar el enfoque didáctico de esta institución asturiana con veintitrés años de vida, no ya con los programas Avanti o ¡Familiarízate con la OSPA! sino especialmente el Link Up que llegará a su tercera temporada con «La orquesta rock», triplicando el número de alumnado implicado en estos dos primeros años, por lo que el próximo esperamos seguir creciendo. En lo que me concierne como profesor es de agradecer esta apuesta personal del maestro búlgaro que ha traído a Europa este proyecto, siendo Oviedo pionero desde donde hemos «exportado» a Pamplona el primero, suponiendo sigan sumándose otras formaciones españolas.

Para los abonados se mantiene por tercer año el precio, lo que en estos tiempos es de agradecer, a saber para Oviedo: 200€ butaca y 152€ anfiteatro, descuentos para mayores de 65 años y menores de 26, sin olvidar el abono joven realmente pensado como inversión en nuevos públicos (80€ y 61€) con un precio por concierto de 5,71€ o 4,35€, económico en comparación con otros eventos culturales. Las localidades sueltas siguen siendo de las más baratas de España a 29€ y 25€, manteniéndose el 30 % de descuento para las de último minuto (una hora antes del concierto). A pregunta de un servidor sobre la deseada ampliación de plantilla sabemos que se cubren bajas puntuales como en cualquier administración, contestando tanto Ana Mateo como la propia consejera, sabedores de la especificidad de los músicos, y el Instituto «Adolfo Posada» será el encargado de organizar la próxima promoción interna más un proceso de selección que conoceremos en su momento.

En el terreno puramente musical, destacado tanto por la presidenta del Consejo Rector como por el maestro Milanov, cabe citar el «estreno» de diez obras nuevas, unas a nivel europeo y otras que son primeras ejecuciones de la propia orquesta. Habrá batutas conocidas entre las que destaca el principal director invitado David Lockington y Guillermo García Calvo, con unos solistas de fama internacional que irán llegando en los distintos «bloques temáticos» que siguen teniendo la música de ballet en ellos, queriendo citar entre los pianistas a mi admirada Gabriela Montero que debutará en Asturias nada menos que con «el segundo» de Rachmaninov, la vuelta de Eldar Nebolsin con «su» Ravel o Javier Perianes y el concierto de Grieg, sin olvidarme de las violinistas Leticia Moreno, una española que está triunfando rápidamente, más las ya (re)conocidas con la OSPA en Asturias Dylana Jenson y Akiko Suwanai, más los chelitas Truls Mork y Asier Polo. Punto y aparte para la arpista de la Filarmónica de Filadelfia Elizabeth Hainen nos estrenará en Europa Nu Shu: El lenguaje secreto de las mujeres de Tan Dun, que habrá que anotar en cuanto conozcamos las fechas. También continúan los solistas de la propia orquesta dando un paso al frente, esta vez el trompetista Maarten van Weverwijk y la flautista Myra Pearse, así como la vuelta a la dirección de Aarón Zapico.

Aunque incluyo aquí el enlace a la nota de prensa de la propia OSPA, volver a felicitar a Consejo Rector que aprobó, además de un plan de sostenibilidad que garantiza el futuro de nuestra formación, un programa por unanimidad que mantiene el equilibrio entre obras de siempre donde están Haydn, Mozart, Chaikovsky, Rimsky-Korsakov o «mis escandinavos» y estrenos como el citado de Tan Dun más la suite del ballet El Bestiario de Miquel Ortega, El compositor ha muerto (Stookey), Jesús Rueda y su Elephant Skin, y una esperada Sinfonía nº 15 de Shostakovich, obras que volverán a intentar sacar lo mejor de los profesionales de esta orquesta de todos los asturianos. Como siempre la Ópera de Oviedo contará con ella en tres títulos donde vuelve Max Valdés para Samson et Dalila (Saint-Saëns) y debutará Rossen Milanov con el doblete Las cuatro últimas canciones (Strauss) y El castillo de Barbazul (Bartók).

La temporada actual echará el cierre este jueves 5 en Avilés y el viernes 6 a las 20:00 h. en Oviedo (con conferencia previa una hora antes de Daniel Moro Vallina) con el concierto 14 de abono donde escucharemos a Renaud Capuçon con el Concierto de violín de Berg y «La Quinta» de Mahler.

El último «estirón» de la OSPA con Milanov serán los tres conciertos en su país donde la «Marca España» llevará obras nuestras a los festivales de Varna (16 y 17 de junio) y Sofía (18 de junio): Falla, Oscar Navarro y Marcos Fernández, con Javier Perianes al piano y Jose Franch Ballester al clarinete, música española como protagonista junto a los «Cuadros» de Mussorgsky o «La Quinta» de Shostakovich. Los asturianos exportamos cultura de calidad con estos embajadores que son la Orquesta Sinfónica del Principado con su titular Rossen Milanov. Estaremos informados por Marta Barbón desde las redes sociales habituales.

Móviles ¡al cadalso!

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Viernes 30 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 13 OSPA, Daniel Müller-Schott (violonchelo), Rossen Milanov (director). Sueños y pasiones: obras de Benet Casablancas, Elgar y Berlioz.

La temporada está llegando a su fin y los teléfonos móviles vuelven al ataque para vergüenza ajena olvidando las mínimas reglas de urbanidad, algo que parece ir en regresión, y lo peor es que suelen estar asociados al público de más edad que sí tuvo esa educación. No hay disculpa ni perdón para la ignorancia, madre del atrevimiento, y si las nuevas tecnologías no las dominan, que al menos se dejen asesorar. Si no saben enmudecerlos ¡que los apaguen!. Las urgencias son malas consejeras y no hace tanto tiempo que vivíamos más felices sin teléfonos «celulares» y menos toses entre el público.

El aviso inicial ya parece como las azafatas en los aviones a las que casi nadie hace caso, y ni siquiera una vez, en medio del concierto de Elgar, sino dos (¡al cadalso con ellos!) enfadando al «Jefe Milanov» y obligándole a girarse para volver a repetir que «no se puede seguir así»… Un auténtico coitus interruptus en medio de un Berlioz que estaba sonando «fantástico» y rompió las concentración más el hilván en el que se sustenta la relación entre orquesta y director, esta vez con la mala educación como cómplice de semejante asesinato. Tendremos que inventar un aviso más convincente dado que es imposible económicamente instalar inhibidores. En clase les mando leer a mis alumnos la famosa noticia del móvil que interrumpió un concierto en Nueva York, pero tristemente ha dado la vuelta y la noticia es que no suene ninguno, ya se sabe, el niño muerde al perro…

Tras el cabreo que nos supone a tantos aficionados semejante dislate, el penúltimo concierto (no soy supersticioso con el 13) de abono nos devolvía a nuestro titular con un programa de los que le gustan, lo que se notó desde el comienzo. La elección de abrir con Benet Casablancas (1956) está en su línea de interpretar obras de autores contemporáneos, en este caso el catalán de Sabadell cuyos Tres epigramas para orquesta (2001) están escuchándose más de lo que muchos puedan pensar, formando parte de una amplia colección con ese título de epigrama, «forma literaria de origen clásico, relativa a la sentencia aguda e ingeniosa, que muy a menudo contiene un propósito moral o ético, así como lúdico y divertido». Música de mucho contenido dentro de estructuras temporales muy concisas, llena de contrastes en los tempi y ambientes, materiales armónicos variados con una amplia paleta de texturas tímbricas y gran exigencia para todos los instrumentistas de una gran plantilla como la que ofreció nuestra OSPA en el decimotercero de abono.

Las notas al programa del doctor Alejandro G. Villalibre, enlazadas en los autores al inicio de esta entrada, completan las del CD de Naxos, escritas por Javier Pérez Senz«proceso de depuración, refinamiento y síntesis que culmina en el absoluto dominio de los recursos de la plantilla orquestal que otorgan una gran fuerza expresiva a esta obra estrenada con gran éxito de público y crítica por la OBC dirigida por Salvador Mas, y que gozan desde entonces de una gran difusión». El primero un Allegro – Exultant (Esultante) realmente explosivo, perfecto para «engrasar» una formación a la que le esperaba mucho por delante, seguido del Molto lento – Nocturn (Notturno) con una intervención solista del clarinete bajo al final de este movimiento antes de retomar un potente y contrastante Finale: Allegro assai – Giocoso con maderas frente a metales, una percusión rica y la cuerda sustentando este discurrir de texturas  debutando como concertino la ayudante Eva Meliskova y en su lugar Adolfo Rascón, dos solos brillantes en el primer y tercer epigrama de la hoy sustituta de Vasiliev. Brillantez de todos los intérpretes perfectamente llevados por un Milanov que transmitió su ímpetu y parecía poner las cartas boca arriba de lo que nos depararía esta velada.

La historia del violonchelo está llena de grandes intérpretes y es un instrumento que sigue dando auténticas figuras, llamados por esa cercanía a la voz humana de la que tanto se ha escrito. Volvía por tercera vez Daniel Müller-Schott, ahora debutando con la OSPA y con el hermosísimo Concierto para violonchelo en mi menor, op. 85 de Elgar, casi continuidad de la primera sinfonía del viernes anterior, con ese sonido capaz de conmover hasta lo más profundo del ser y una orquesta que comienza a tener un sonido propio, cantábrico con aires británicos a la vista de los resultados de ambos conciertos, cohesión en todas las secciones, sonoridades muy cuidadas por el maestro Milanov que esta segunda temporada comienza a dominar esta república de las orquestas sinfónicas, y concertando perfectamente con un solista que llegó al alma desde la suya en los cuatro movimientos de una obra popularizada por la malograda Jacqueline Du Pré, que el propio Müller-Schott confesaba en la entrevista a OSPATV. Riqueza expresiva, sonoridades de guitarra, ataques dolidos para el Adagio inicial, interiorización de cada gesto bien contrapuesto por la orquesta, especialmente las violas y el resto de la cuerda, complicidad con el podio y escucha recíproca de todos en un Recitativo Lento-Allegro molto que parece contagiar esa melancolía de la bruma británica tan bien traducida a música por Sir Edward tras la Gran Guerra. Del Adagio el propio Elgar escribía que «es la actitud de un hombre ante la vida», tristemente sonando un teléfono rápidamente acallado antes del final que transmitió excitación y alegría interior, final con los distintos cambios de tiempo (Allegro Moderato-Allegro-Allegro ma non troppo-Poco più lento-Adagio) como de caracteres con amplios recursos técnicos desde la misma introspección mostrada por el chelista alemán bien entendida por Milanov para un final de descanso eterno premiado con atronadora ovación de un público rendido ante este solista que ya figura entre los grandes, regalándonos la Pieza en forma de habanera de Ravel, digna propina de este discípulo de Rostropovich.

El plato fuerte vendría con la Sinfonía Fantástica, op. 14 de Berlioz, obra muy escuchada y no siempre bien entendida, con la que el maestro búlgaro disfrutó hasta el triste suceso tecnológico ya narrado. Conocemos su obsesión por la limpieza de líneas y la búsqueda de un sonido propio, diáfano, partiendo de una masa sonora a la que va abatanando y sacando los hilos precisos del tejido orquestal que logran diseñar las distintas secciones a partir de la «idea fija» que es la melodía recurrente. Apostando por tiempos tranquilos, el primer Sueños y pasiones: Largo – Allegro agitato e appasionato assai tuvo más de lo primero que de lo segundo antes de sacarnos de la somnolencia sin sobresaltos, domeñando la masa sonora de una orquestación majestuosa como sólo el francés entendió. Un baile: Vals – Allegro non troppo tuvo más de salón parisino que vienés, elección consecuente con la interpretación que Milanov entendió para esta obra que confiesa amarla profundamente. Para la Escena en el campo: Adagio colocó al oboe en el anfiteatro en un diálogo con el corno inglés lleno de «guiños pastorales» en esa eterna búsqueda del sonido como materia a pulir.

La Marcha del cadalso: Allegretto non troppo volvió a amarrar el tiempo como procede, pesadilla del artista como los grabados de Goya, claroscuros a la luz de una vela transformados en tensiones orquestales. Soy incapaz de describir con palabras sabores y lo intento con lo escuchado, pero cuando afirmo que esta orquesta comienza a tener un sonido cantábrico pienso que fue el cuarto movimiento quien mejor lo podría definir. El aquelarre nuevamente goyesco del final no soltó mucha sangre, Larghetto – Allegro para disfrute de auténticas campanas de bronce fuera de escena, y metales celestiales más que infernales contenidos evitando incendios. Aún queda mucho ejercicio de doma por parte de Milanov para un caballo todavía algo salvaje, atención que nunca puede decaer pero con trabajo y recompensa final para una fantástica fantástica.

El sello Milanov está llegando a la OSPA y el próximo viernes llegará la despedida de temporada con Renaud Capuçon y el concierto de violín de Alban Berg, más una Quinta de Mahler que espero nos deje buen sabor de boca.

Elías victoriano

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Viernes 11 de abril, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Concierto extraordinario de Semana Santa: OSPA, Svetla Krasteva (soprano), Margaret Mezzacapa (mezzo), Agustín Prunell-Friend (tenor), Hugh Russell (barítono), Olaya Álvarez Suárez (voz blanca), Coro de la Fundación Príncipe de Asturias (director: José Esteban García Miranda), Rossen Milanov (director). Elías, Op. 70 (Mendelssohn). Entradas: 27€ y 32€.

Si Bach sigue reinando en nuestros días parte de culpa la tiene Mendelssohn, y como tributo tras las dos pasiones del Kantor de Leipzig, desde esta ciudad donde tanta música se respira su espíritu llegó tras pasar por Gijón a la nuestra, capital donde la crisis ha salpicado menos la programación, escuchábamos por vez primera el oratorio Elijah con orquesta y coro asturiano más un quinteto solista de primera, todo ello bajo la dirección de Rossen Milanov, otro reto conseguido al tratarse de una obra de envergadura para todos los intérpretes así como para un público que sigue siendo escaso para la calidad ofertada y mal educado (los móviles son un peligro en manos inexpertas), para casi tres horas de auténtico espectáculo victoriano. Y es que el segundo oratorio del alemán, tras el también bellísimo Paulus, además de obra casi postrera en la corta vida de Mendelssohn, tuvo más popularidad en la Inglaterra, que tan bien le acogió, que en su Alemania natal, estrenándose en el idioma de Shakespeare en vez del germano original como bien recogen las notas al programa de Rafael Banús Irusta, religiosidad victoriana de esa sociedad donde los oratorios eran seña de identidad además de espectáculo esperado.

El Coro de la FPA ya afrontó hace muchos años la Sinfonía nº 2, «Lobgesang» Op. 52 también con la OSPA bajo la dirección de Alberto Zedda, registrada en CD. Desconozco si hubo toma de sonido más allá de la habitual de RNE, pero este Elías, Op. 70 pienso que supera con creces esta nueva interpretación de Mendelssohn. La duración total, cercana a las dos horas, además del abundante y complejo texto en inglés, supusieron un esfuerzo añadido, así como una atención permanente a la dirección para entradas siempre arriesgadas y dinámicas extremas, sumando cambios de tempi complicados, todo superado con nota, impresionando nada más arrancar el primer número en tutti y fortísimo «Help, Lord!«, aunque la cuerda de bajos siga siendo la «perjudicada» en estas obras sinfónico-corales, necesitada de más peso y registro grave.

Todo el coro estuvo a la altura esperada en este extraordinario viernes de dolores o viernes de pasión tornado en viernes placentero, sin maldiciones bíblicas y cargado de rotundidad desde una forma de cantar llena de experiencia. Felicitarles por un trabajo durísimo, con menos tiempo del deseado, aunque siempre se crezcan ante la adversidad, viniéndose arriba coloquialmente hablando, y dándolo todo con una profesionalidad digna de elogio y admiración.

De los solistas hay que citar en primer lugar al canadiense Hugh Russell como Elías, barítono del que su biografía dice es «elogiado por su carisma, dramática energía y belleza vocal», resultando realmente lírico, entregado, dramatizando al protagonista desde un despliegue técnico puede que demasiado elocuente pero pleno de facultades, siendo el auténtico triunfador para la mayoría del respetable.

La breve, pero hermosísima, intervención desde la balconada, del número 19 a cargo de la joven candasina Olaya Álvarez, cantante del coro «Aurum» (otro proyecto LDO), finalizando la parte primera del oratorio -de la que se eliminó el cuarteto «Cast thy burden upon the Lord«, nº 15-  fue otro de los momentos destacados, solo seguro, de voz limpia atacando el La agudo impecable que nos puso la piel de gallina a todos.

Las intervenciones de la hispano-búlgara Svetla Krasteva, habitual de Gijón cantando zarzuela y ópera, aunque creo debutante en Oviedo, siempre es un placer escucharla también en este repertorio sinfónico, de proyección nítida, fraseos repletos de musicalidad y dicción clara, empaste perfecto en los dúos y cuartetos -se eliminó igualmente el terceto nº 28 «a capella»-, jugando con el color para el carácter de los distintos roles (más ángel que viuda). Su intervención en el aria nº 21 «Hear ye, Israel!» que abre la segunda parte, fue todo un derroche portentoso de matices, línea de canto y fraseo.

El tinerfeño Agustín Prunell-Friend al que ya escuchamos en el auditorio, tiene un timbre particular, muy apropiado para estos programas sinfónicos, y pese a no tener muchas intervenciones en Elías, las solventó con naturalidad y buen quehacer, especialmente el aria nº 4 «If with all your hearts«.

Dejo para el final a la norteamericana Margaret Mezzacappa, también conocida en este mismo escenario por una Novena con la misma orquesta y dirección, igualmente cumplidora, segura en los solos aunque siga sin emocionarme por un vibrato que no me gusta, pese a reconocer que volumen le sobra.

Destacar la ubicación del cuarteto entre el coro y la orquesta, facilitando una mejor visión del director y volúmenes adecuados para las distintas apariciones en una partitura exigente de principio a fin, como bien explican en la entrevista a OSPA TV.

Finalmente una OSPA que hubo de recolocarse para lograr planos sonoros adecuados a este oratorio: maderas y trompas a la izquierda, contrabajos a la derecha, con timbales, tuba y trombones. Con la plantilla algo escasa en la cuerda para una obra de semejante magnitud sonora, pero contagiada por la implicación del maestro Milanov, el búlgaro desde la obertura inicial tras la primera intervención de Elías, fue más que arrogante espléndido por la entrega total y las proporciones de los condimentos a la hora de cocinarnos este Elijah, recitativos donde la orquesta funcionó como si de un clave sinfónico se tratase. Pletórico, marcándolo todo, preciso, claro, atento a cada uno de los intérpretes, concertando como nunca, aligerando números que podrían resultar pesantes… pienso que sacó el máximo de una obra que quizá necesitase algún ensayo conjunto más para alcanzar la magnificencia, pero es lo que tenemos y no podemos poner pegas, aunque optimizar recursos en música no debe significar recortar en nada.

Felicidades por este «Elías», seguro que tardaremos muchos años en repetirlo. Ahora unas breves vacaciones antes de volver a los abonos, pero ya los iremos contando…

CantamOS PAra crecer sin WERTgüenza

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Jueves 3 de abril, 10:30 y 12:00 horas – Viernes 4 de abril, 10:30 y 12:00 horas. Auditorio de Oviedo. Programa Link Up: «La orquesta canta». OSPA, Rossen Milanov (director). Obras de T. CabannisBrackettDvořákMendelssohnBeethovenStravinskyJ. Papoulistradicional norteamericana.

Nuestro maestro Milanov se marcó como primer objetivo nada más llegar a la OSPA acercarla a los públicos del mañana. La primera apuesta fue traer a Europa el proyecto «Link Up» desde el Carnegie Hall, del «Weill Music Institute«, que él conoce en primera persona, «La Orquesta Canta» que fue una auténtica bomba. Y este año repetíamos con «La Orquesta Canta» duplicando la oferta para movilizar a casi 4.000 alumnos de 9 a 13 años de toda Asturias con sus profesores, un esfuerzo que ha tenido el apoyo de toda la comunidad educativa, implicándonos desde el primer día y con la esperanza que la LOMCE de Wert retome la obligatoriedad de la materia de «Música» tanto en Primaria como en Secundaria para no dejarla en residual o incluso hacerla desaparecer si queda relegada a optativa o mera oferta según los centros, pues lo que se ha sembrado y trabajado con varias generaciones acabaré perdido por ideologías que siguen pensando sólo en la flauta dulce (sigue siendo menos cara) como pérdida de tiempo y la llamada música culta para el que quiera dedicarse a ella, eso sí, pagando y en el extranjero, porque parece que tiene más valor. Invertir en cultura es apostar por el futuro. Claro que también apuestan porque hagan deporte al recreo, lo de Educación Física no se parece a la Gimnasia de mis años mozos que parecen desear estos gobernantes nuestros.

La introducción tenía que hacerla porque lo vivido nuevamente estas dos mañanas en el Auditorio por este alumnado va más allá de un mero entretenimiento. Debemos reconocernos en cada escuela de pueblos muy alejados todavía de la capital por lo mal comunicados, institutos pequeños donde no hay más música que la del aula, chavales que no tienen acceso universal a estos eventos, y donde el directo es irrepetible. También centros concertados y privados («me gusta ese uniforme» decía un alumno mío al que le contesté que si lo usase seguramente diría lo contrario) asisten y comparten la universalidad del lenguaje musical, compañerismo haciendo música juntos independientemente de la raza, religión, clase social… Emocionarnos haciendo música entre todos con la flauta dulce pero también con algún incipiente violinista o clarinetista, cantando en castellano o inglés (el año pasado también francés y portugués), bailando y por supuesto escuchando, porque todo esto y mucho más es Link Up. Materiales didácticos excelentes que llegan sin coste alguno a profesores y alumnos, reuniones previas, trabajo de meses que no finaliza en el concierto sino que es aprovechable para siempre. En Asturias podemos presumir de ello y el tiempo dirá. Los medios de comunicación se han hecho eco del evento y su magnitud, aunque la falta de mayor formación musical haya impedido que fuesen más correctos en la información.

Felicitar a toda la «familia OSPA«, dirección, gerencia, músicos, personal de administración y servicios, así como al personal del Auditorio, porque el esfuerzo y trabajo es inconmensurable. Tampoco quiero olvidarme de más protagonistas como Gustavo Moral, animador y pedagogo musical que es otra de las patas donde se asienta el proyecto, y el trío vocal: Amanda Puig que debutaba, y los que repetían del año pasado Sonia de Munck y Julio Morales, aunque ya obtuvieron sobresaliente el curso anterior.

Espero que la Consejería reconozca la inversión en futuro ahora en el presente, pues Milanov lo tiene claro. Mi alumnado disfrutó y seguro seguirán comentando la experiencia entre ellos con todo el rédito en el aula.

La parte musical no quiero olvidarla, pasando con las obras trabajadas. Tras afinar todos, comenzamos con la canción de «Link Up» Ven a tocar, versión española de «Come to Play» (Thomas Cabaniss), a tres voces con distintos niveles de dificultad, siguiendo la canción en inglés Simple Gifts (Brackett) también con opción instrumental o vocal que algunos de los profesores canosos asociamos a una serie televisiva conquistando el Oeste yanqui con la música del gran Copland y su Primavera Apalache.

Sí resonó el auditorio con las flautas a unísono un fragmento del Largo de la Sinfonía del «Nuevo Mundo» (Dvořák), segundo movimiento donde los pequeños mandaron sobre el corno de Juan Pedro Romero y la orquesta con Milanov rendido. También «cantan» solistas instrumentales y el primer movimiento del Concierto de violín (Mendelssohn) lo interpretó Gabriel Ordás de 14 años, un espejo para muchos compañeros que se preguntaban cuánto había que estudiar para tocar así.

Como proyecto pedagógico el alumnado participa con la escucha, preparada con anterioridad y que llamamos «escucha activa» pero donde se siente más implicado es en las obras que ofertan distintos niveles de dificultad instrumental aunque la voz no falla, y así sucedió con la versión del cuarto movimiento de la última sinfonía del sordo de Bonn, himno de una Europa que no ha cubierto expectativas pero musicalmente sigue siendo potencia, superada la versión de «los Ríos» Waldo y Miguel para afrontar una Oda a la alegría (Beethoven) que cada alumno eligió libremente, independientemente de su capacidad.

La parte lúdica pero también lingüística resultó la tradicional americana (en arreglo de Cabaniss) Bought me a cat, calidad total comparada con «El pollito pío» nacional para comprobar que el idioma de Shakespeare se trabaja también desde la música.

Tras proponer combinaciones varias la OSPA nos interpretó el final de El pájaro de fuego (Stravinsky) que seguimos con un musicograma hermoso donde el cuento hecho sonidos cantó.

Como en las fiestas lo mejor para terminar es música movida, que nos mueva, esta vez con letra mixta en español e inglés, los idiomas más hablados en EE. UU. además de una coreografía muy conseguida que puso literalmente en pie a todos los asistentes, Oye (Jim Papoulis) que si ya se escucha en pasillos y autobuses, tras lo vivido con Link Up seguramente resulte más famosa que la dichosa Macarena de Los del Río si la bailan Obama y Michelle, aunque quienes me conocen y leen saben mi opinión: sólo dos tipos de música, la que nos gusta y la que no (¡Ah! y me visitará esta entrada la CÍA por citar al matrimonio de la Casa Blanca).

De vuelta al instituto seguían cantando, soplando las flautas, los que volvían otro año diciendo que este mucho mejor y preguntando por el tema del que viene, si Wert quiere…

Fresco musical de sensaciones

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Viernes 21 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, «Diaghilev y los Ballets Rusos II», abono nº 9 OSPA, Coro «El León de Oro» (director: Marco A. García de Paz), Rossen Milanov (director). Obras de Debussy y Ravel.

Velada pictórica y danzante desde la conferencia previa de María Sanhuesa (también suyas las notas al programa enlazadas en el inicio) titulada «Los colores del sonido: Debussy, Ravel los Ballets Russes«, contando nuevamente con Milanov al frente, lo que se agradece por esa continuidad tan necesaria para alcanzar el mayor entendimiento.

La música de ballet parece ser especialidad de nuestra formación que incluso ha llevado al disco (el último ya con el director búlgaro) aunque tengamos que cerrar los ojos para imaginarnos la escena y cuerpo de baile, precisamente en una ciudad que también tiene su Festival de Danza en el Teatro Campoamor. También domina la orquesta asturiana la música francesa, supongo que más allá de la cercanía geográfica la anímica, pero sobre todo las partituras de los grandes orquestadores, y los de esta tarde de danza lo son, dando lo mejor de ellos, creciéndose en la inmensidad sinfónica.

Para ahondar en la grandeza de las dos obras programadas se contaba con la mejor formación coral del momento, y de casa, el LDO que también está preparando su concurso de Londres y antes la Pasión Según San Juan, estando el espíritu bachiano presente el día de su aniversario al sonar la «Badinerie» en un teléfono femenino (por lo que tardó en encontrarlo y apagarlo), que mejor ni comentaré aunque parase el concierto en el momento más «inoportuno» de Ravel…

Nocturnos (Debussy), tríptico sinfónico parece que inspirado en el pintor Whistler, en cierto modo para no seguir etiquetando como impresionista la música de Don Claudio aunque siempre existen paralelismos y referencias coloristas, sentido más decorativo que descriptivo pese a las luces especiales que parecen iluminar cada número. La plantilla ampliada para la obra, sobremanera en el viento madera, percusión, otro arpa, no lo fue en la cuerda aunque les exija aún más trabajo, pero el buscado ambiente etéreo se consiguió desde las primeras «Nubes«, casi de anuncio por lo bien perfiladas y contrastadas hasta el gris, sin necesidad de utilizar pinceles finos. Como confesión que comparto con la doctora Sanhuesa, «Fiestas» es mi número preferido, puede que por la explosión de color sinfónico, la alegría desbordante, el ritmo danzante, los fuegos artificiales, el cortejo o mi pasión noctámbula, estando de acuerdo con el cambio de título del propio Debussy que en principio llamó «Tres escenas en el crepúsculo», curiosamente tocadas dos por no incorporarse siempre el coro femenino de «Sirenas«. Si hace algo más de un año las voces blancas del LDO ya interpretaban esta obra con la OvFi, dejándome enamorado por las «vocalizaciones dificilísimas con polirritmias perfectas, mar dorado más que plateado para dejar flotando en el ambiente una espiritualidad preparatoria de la segunda parte», la madurez global se hizo notar todavía más, auténtico tratamiento instrumental de Debussy que «las chicas de oro» han vuelto a elevar a cotas muy altas (tres mezzos más que las sopranos en perfecto equilibrio de planos) con la complicidad de un Milanov dominador de este nocturno cual marino experto. Las «sirenas de Peñas» no nos hicieron naufragar y en vez de tapar los oídos los abrimos aún más para disfrutar de este hechizo sonoro con ese tema de la coda final que sonó celestial con Juan Pedro Romero «acallando las voces del mar» para fundirlo todo y alcanzar el silencio nocturno hoy con luna llena menguando.

Dafne y Cloe (Ravel) me daría para fabular con más enamoramientos de todos y entre todos, el coro al completo y la orquesta ampliada, el bosque sagrado del auditorio donde aparecen piratas tecnológicos casi fantasmales intentando raptar la pureza sonora y la ayuda siempre del dios Pan musical que alimenta nuestro espíritu y aplaca odios. Se nota la planificación previa para este ballet cuya música pudimos disfrutar completa (no en suite) como la concibió el propio Maurice, totalmente ajustada en efectivos e intenciones aunque reconozcamos la dificultad de ubicar semejante plantilla en un teatro y los bailarines en escena. El encanto de la danza sin que la música pierda ni desvíe la atención fue muy trabajado entre Ravel y Fokine para una partitura que es una «sinfonía coreográfica» en tres partes encargada por el omnipresente Diaghilev, un «gran fresco musical menos preocupado por el arcaismo que por la fidelidad a la Grecia de mis sueños», que también citó María Sanhuesa del Esbozo biográfico dictado por el compositor a Roland-Manuel.

La OSPA volvió a sonar perfecta en cada sección, una plantilla ampliada como ya apunté que es para deslumbrar (no faltó la máquina de viento o eolífono), siendo Milanov quien sacaba a la luz las distintas combinaciones coloristas de familias y solistas en perfecto entendimiento con el maestro. Y el coro como un bloque más imbricado en la ampliación suprema de la paleta orquestal, bien todos o sólo las voces graves, con ausencia de referencias textuales y dificultad añadida que «los leones» superan con el duro trabajo al que les somete Marco A. Gª de Paz, sin perder nunca la globalidad sonora de cada motivo desarrollado con la maestría de un Ravel aún investigador de texturas y rítmicas. El análisis de la obra en la «Guía de la música sinfónica» dirigida por Tranchefort desmenuza la hora de música que pasó volando para goce de intérpretes y público: el lirismo de la trompa y el célebre intervalo de quinta, el enriquecimiento colorista añadido por el coro con las irisaciones de la cuerda y las dos arpas, el violín con un nuevo motivo siempre con la danza presente, en especial la guerrera tras los piratas, «Animado y muy rudo» con una madera portentosa y segura… Destacable el conocido tercer cuadro, «amanecer» cual contraste con los nocturnos debussianos, cantos de pájaros y el coro auténtico sol inundando de luz emergiendo de la orquesta profunda en una técnica sumativa que de forma imperceptible alcanza la apoteosis mágica firmada por Ravel. Y la flauta de Myra Pearse persuasiva, cristalina, apoyando el encuentro de los amados «Dafnis y Cloe» premonitorio de la bacanal de ritmo desenfrenado y ricos colores que esta OSPA atesora.

La fiesta de música colorista, de colores musicales, pareció dar la bienvenida a la recién estrenada primavera y despedida a la «nit del foc» valenciana, una paleta de colores a la que se añadió el dorado coral que pareció pintar Klimt con música francesa. Mahler espera en menos de 24 horas…

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