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La belleza del canto

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74º Festival Internacional de Música y Danza de Granada (día 12). Recitales.

Lunes 30 de junio, 22:00 horas. Patio de los Arrayanes. Sondra Radvanovsky (soprano),
Anthony Manoli (piano):
From Loss to Love. Fotos propias y ©Fermín Rodríguez.

Noche ideal para cerrar junio tras una tormenta a media tarde que hizo bajar la temperatura y poder disfrutar en Los Arrayanes con un recital muy esperado. La web del festival presentaba este recital de mi duodécimo día donde disfrutar de mi admirada Sondra Radvanovsky (Berwyn – Illinois, 1969) con un programa que titulaba «De la pérdida al amor» con las siguientes palabras:

La diva enamorada
Es una de las grandes sopranos de las escenas líricas internacionales. Sus interpretaciones de las reinas de Donizetti, de los principales papeles del repertorio verdiano, pucciniano o verista son seguidos con entusiasmo por los operófilos de todo el mundo, pero una diva también tiene derecho a relajarse en conciertos camerísticos, si es que lo que Sondra Radvanovsky hace sobre la escena puede llamarse así, pues la cantante pone toda la pasión imaginable en cada comparecencia. Aquí lo hará en un recital sobre el amor que arranca en modo barroco al dar voz a dos de las grandes protagonistas femeninas del Londres de los siglos XVII y XVIII, la Dido de Purcell y la Cleopatra de Handel. Luego hará canciones en ruso, alemán, italiano e inglés para terminar con otro de sus grandes roles, el de Maddalena de Andrea Chénier de Giordano y su inmortal La mamma morta.

De traje pantalón blanco la soprano americana junto a su pianista, en manga corta tras un día de bochorno, comenzarían un programa que están rodando por distintos escenarios, con dos arias del barroco donde comprobar que una de las últimas divas también se desenvuelve bien con Purcell y el aria «When I am laid in earth» de Dido and Aeneas, aunque las agilidades no sean muy del estilo, y mejor la Cleopatra de Haendel con una muy sentida  en «Piangerè la sorte mia» de Giulio Cesare in Egitto, acompañada por un piano redondo que la conoce tan bien tras años de trabajo juntos, respirando con ella, revistiéndola en dos arias para ir calentando. De hecho se retirarían al finalizar para este inicio de recital para despojarse de la chaqueta. De agradecer los sobretítulos proyectados con el idioma original y la traducción.

Unas palabras en inglés que no pude entender muy bien desde mi posición, aunque sirvieron para presentar el programa y dedicarlo a su padre que estaba sentado cerca del escenario, amores filiales, recuerdo a su madre perdida, o el encuentro de un nuevo amor tras su divorcio, un viaje como el título de pérdida del amor aunque con un halo de esperanza, interpretándonos las cuatro canciones de Rajmáninov, que se aplaudieron rompiendo la globalidad y esencia de las mismas. Verdadera entrega y melodismo tanto en la voz como en el piano que transitaron por los distintos estados de ánimo tan bien escritos por el ruso, expresividad en el idioma de Tolstoi con un acompañamiento delicado y plegado siempre a la voz.

En la misma línea dramática llegarían, tras otras palabras de la soprano, cuatro canciones de Richard Strauss (nuevamente aplaudidas una a una) que quise entender afrontaba desde hace poco, con una dicción en alemán perfecta, jugando con esas consonantes finales tan bien marcadas, y donde apareció la magia nazarí curiosamente con la mañana («Morgen!») que logró el silencio respetuoso para emocionarnos a todos y «romper el hielo» con el entusiasmo de «Heimliche Aufforderung» antes del descanso.

 

Dejo, como suele ser lo habitual en este blog, parte de las notas al programa de Alejandro Martínez que nos presentan un breve análisis de las obras interpretadas, y que evidentemente eludo a Liszt:

La vida en canciones

Con este recital, titulado From Loss to Love, la célebre soprano norteamericana Sondra Radvanovsky nos propone un viaje muy personal, salpicado de tintes autobiográficos. No en vano la velada empieza con un guiño al repertorio barroco que ella misma interpretó en los comienzos de su trayectoria. Escucharemos así dos piezas icónicas, dos lamentos, ambos conmovedores: el de Dido, «When I am laid in Earth», en la ópera Dido and Aeneas de Henry Purcell; y el de Cleopatra, «Piangerò la sorte mia» en el Giulio Cesare de Handel.

Acompañada por su pianista habitual, Anthony Manoli, Radvanovsky recorrerá a continuación dos bloques de canciones. Por un lado, se ofrecerán tres romanzas de Serguéi Rajmáninov, un autor al que la voz de Radvanovsky se pliega como un guante, con el color oscuro y a un tiempo brillante de su instrumento. Se escucharán después cuatro canciones de Richard Strauss, otro autor al que los medios de la soprano se pliegan con suma naturalidad. La selección de lieder aquí escogidos incluye páginas tan memorables como el célebre «Morgen», que parece detener el tiempo cuando suena.

Cambio de vestuario, el pianista de camisa azul «Real Oviedo» y la soprano con un veraniego vestido amarillo que no era supersticiosa aunque anunció el cambio en el programa, cambiando los Tres sonetos de Petrarca (Liszt) por la belíisima «Canción de la luna» de Rusalka (Dvorak) que mejoró las espectativas y en un repertorio donde Sondra Radvanovsky estuvo como una reina en Los Arrayanes y un piano delicadamente orquestal que es maravilloso comprobar lo bien que se entienden y las veces que lo han interpretado.

Sí se mantuvo esa maravilla de canción dedicada a la propia Sondra, con letra suya por Jake Heggie, «If I had known», una plegaria de dolor cuando una hija pierde a su madre, en este caso la propia de la cantante tras una triste demencia. Toda la emoción que la soprano Sondra Radvanovsky con su pianista Anthony Manoli nos regalaron. Sigo citando las notas de Martínez para comentar lo que restaba de una velada que se nos hizo corta:

En este recital, Sondra Radvanovsky ha querido también hacer un guiño a la creación contemporánea en Norteamérica, que ha florecido con gran pujanza en las últimas décadas. Uno de sus mejores representantes es el pianista y compositor Jake Heggie (Florida, 1961), autor de óperas tan aplaudidas como Dead Man Walking o Moby-Dick. «If I had known» es una pieza expresamente dedicada a Radvanovsky por el autor estadounidense. Lo cierto es que se trata de una canción de enorme calado autobiográfico pues cuenta con versos de la propia soprano, en recuerdo a su madre fallecida hace ahora dos años.

Y como broche a la velada, y en conexión precisamente con ese recuerdo a su propia pérdida familiar, escucharemos «La mamma morta» de Maddalena en Andrea Chénier de Giordano, una pieza que quedó inmortalizada en la memoria colectiva desde su inclusión en la banda sonora de la película Philadelphia, de 1993, en una célebre escena con Tom Hanks.

La soprano de Illinois sigue manteniendo un timbre «afilado y singular, sumamente identificable» con esta «madre muerta» sincera y entregada, excelentemente dramatizada con un portento de agudo y timbre pleno, y aunque por momentos realice unos portamentos tanto hacia el agudo como para descender (manteniendo unos graves portentosos que han ido ganando con el tiempo) que personalmente no añaden expresividad, su volumen y filados extremos y bien cuidados nos dejaron lo mejor de la última noche granadina de junio.

Como reconociendo lo escaso aunque intenso del programa granadino, al menos regalaría dos arias operísticas que «La Radvanovsky» mantiene en su repertorio y domina, junto a un Anthony Manoli verdaderamente «orquestal». Primero la delicada «Io son’ l’umile ancella» de Adriana Lecouvrer (Cilea), suntuosa, impactante en los matices con ese final «Morrò» en pianissimi que cortó el aire, para finalizar con Verdi y la intensa aria «Pace, pace, mio Dio!» de La forza del destino (que debutará pronto en Londres) que con el si bemol agudo brillante e intenso resultó el broche de oro para este «aperitivo operísitico» que el Festival sigue manteniendo e iré contando desde aquí.

PROGRAMA

From Loss to Love

I

Henry Purcell (1659-1695):
When I am laid in earth (de Dido and Aeneas. 1677-89)
George Frideric Handel (1685-1759):
Piangerè la sorte mia (de Giulio Cesare in Egitto, HWV 17. 1724)
Serguéi Rajmáninov (1873-1943):
Ne poi, krasavitsa, op. 4 nº 4 (1890-93)
Zdes’khorosho, op. 21 nº 7 (1900-02)
Ya Zhdu Tebya, op. 14 nº 1 (1894-96)
Richard Strauss (1864-1949):
Allerseelen, op. 10 nº 8 (1885)
Befreit, op. 39 nº 4 (1897-98)
Morgen!, op. 27 nº 4 (1894)
Heimliche Aufforderung, op. 27 nº 3 (1894)

II

Franz Liszt (1811-1886):
Tre sonetti di Petrarca, S. 270a (1842-46)
Jake Heggie (1961):
If I had known (2022)
Umberto Giordano (1867-1948):
La mamma morta (de Andrea Chénier. 1896)

Ópera para Madagascar

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Jueves 16 de mayo, 19:00 horas. Auditorio de Oviedo, Sala de Cámara: Gala Lírica Pro MadagascarJuan Jesús Rodríguez (barítono), Anna Cabrera (soprano), Marcos Suárez (piano). Arias, dúos y romanzas de zarzuela y ópera. Entrada: 10€.

La ONG “Ópera sin fronteras” y la Fundación «Agua de coco» llegaban a Oviedo para presentar un proyecto multidisciplinar, transversal, pedagógico y sobre todo solidario, porque la música lo puede todo, llegar a estrenar en Madagascar su primera ópera con un elenco de allí como después contarían los responsables, «El sueño de Nirina», con libreto de la asturiana Lucía Vilanova , con quien contactaron en el Campoamor tras el estreno de «María Moliner», y música de Juan Antonio Simarro, dos figuras conocidas en nuestra tierra, y además en malgache. Una bendita locura que cuenta entre otros apoyos, nunca suficientes, de la Fundación Ópera de Oviedo, siempre dispuesta a colaborar con estas iniciativas solidarias de cooperación social, siendo su director, el avilesino Celestino Varela, el primero en tomar la palabra presentando el evento.

Paco Azorín como presidente y fundador junto al coreógrafo Carlos Martos De la Vega de la ONG “Ópera sin fronteras” comentarían a dúo quiénes son y cuales son sus objetivos, desde el propósito de hacer llegar la ópera a todos aquellos colectivos que tradicionalmente han sido excluidos de ella, con el fin de visibilizar sus conflictos a través del hecho escénico.

Entienden la ópera como un instrumento de transformación social, no como un elemento de entretenimiento sólo al alcance de unos pocos.
La ópera, como arte integrador, en la que convergen la música, la danza, el teatro y las artes plásticas, es el vehículo idóneo para situar en el centro de la creación a los colectivos más desfavorecidos y ayudarles así, a solucionar sus conflictos, desde sus primeros contactos allá por 2019 en Mérida y después Sevilla con «Sansón y Dalila», el contacto en Badajoz con otra ONG («PIE, Plena Inclusión Extremadura») de enfermedades raras entre muchas más, y lo terapéutico que ha sido la ópera, al año siguiente el proyecto didáctico «El monstruo en el laberinto» (de Jonathan Dove) en el Liceu barcelonés para niños en peligro de exclusión, o el triste 2022 a raíz de la guerra de Ucrania (que aún continúa) dentro de cultura de emergencia en Madrid para integrar a los primeros refugiados en un montaje de «La Odisea» con la Escuela Municipal de Arte Dramático para edades comprendidas entre 7 y 21 años.

Con la proyección de un vídeo con la génesis del proyecto de esta ONG que contarían Paco y Carlos, se centrarían en este continuarían primer proyecto en Madagascar que lleva como título «Madagasikara» con la ONG “Agua de coco” sumándose que lleva años allá, y con distintas fases que movilizan a 300 personas entre 6 y 20 años enseñándoles  música y dándoles instrumentos, por lo que el objetivo o fase final será hacer una ópera participativa y la primera en el idioma malgache, que espera nestrenar en Toliara el próximo 6 de septiembre de 2025 en el centro multidisciplinar CASEL.

Tras la proyección del segundo vídeo, presentarían al compositor Juan Antonio Simarro, que ya hacía sus pinitos «en africano» de crío y también de adulto, explicándonos la génesis tras libreto de Lucía Vilanova primero en francés y la posterior traducción al malgache, proyectándonos las letras y avanzando al piano algunas melodías.

De las muchas ayudas para esta primera ópera de Madagascar, ya con la colaboración entre otros del Teatro Real, del Festival de Perelada o la Ópera de Oviedo, aunque siguen buscando apoyo económico, en otro vídeo nos enseñarían el «Container Solidario» lleno de escenografías, vestuario, atrezzo, decorados o incluso luces viejas, material donado por distintos teatros que las almacenaban «caducadas» pero que serán «tecnología punta» en esta isla que sigue sufriendo, y donde ya embarcó camino del estreno en septiembre, que se espera traerlo a Europa en 2026. De ella vino a vivir a Córdoba un músico tradicional como es Kilema que participaría codo con codo junto al compositor. Después entre el piano de Marcos Suárez y el propio Simarro al djembé nos invitaron a cantar una de las melodías, verdaderamente imposible en malgache pero dándonos idea de cómo sonará en las voces protagonistas del estreno.

Y finalmente comenzaría la gala lírica y solidaria ayudando a recaudar fondos, que nunca son suficientes para un proyecto de esta envergadura, con la actuación del barítono Juan Jesús Rodríguez (Cartaya, 1969), la soprano ruso-cubana Anna Cabrera Eliseeva (Moscú, 1997) que sustituyó a última hora a Graciela Moncloa, con todo lo que supuso cambiar más de medio programa del inicialmente previsto, y el pianista asturiano Marcos Suárez (La Felguera, 1992) que hubo de lidiar contra estos imprevistos con la profesionalidad y experiencia que va acumulando en sus años de docente y repertorista.

Del barítono cartayero solo caben elogios por su entrega humana y musical, con la romanza «Ya mis horas felices» del Germán en «La del Soto del Parral», o el aria «Nemico della patria» del Gerard en «Andrea Chenier» que levantaron los bravos de un público que le sigue fielmente en Oviedo, e incluso de fuera de nuestra tierra. Su poderío vocal, buen gusto, escena, dicción y musicalidad son parte de las muchas cualidades que tiene, por lo que en estas dos obras el acompañamiento «orquestal» al piano de Marcos Suárez no necesitó más que disfrutar con el andaluz.

Me encantó la soprano Anna Cabrera, con varios premios desde su llegada a Madrid en 2016, quien eligió para esta gala la conocida «Petenera» de «La marchenera» y la aún más famosa aria «Caro nome», una Gilda sobrada de matices, agilidades, musicalidad y fraseos, bien acompañada por un Marcos que «las tiene en dedos» aunque la premura de los cambios nunca es buena, pero las tablas de ambos permitieron disfrutar de esta voz en crecimiento y triunfando paulatinamente.

Con estos solistas los dúos no podían fallar, aunque no los programados, pero igualmente de calidad y empaste, el mozartiano «La ci darem la mano» primero, enamoramiento a primera vista del Don Juan onubense y la Zerlina ya madrileña, coqueteo a dúo plenamente creíble con el piano bien encajado.

Y si ambos solistas dominan Verdi, el andaluz más que conocido, la rusa demostrado en el «Caro nome», nada mejor para cerrar que el conmovedor dúo «Piangi, fanciulla, piangi» de padre e hija, Rigoletto y Gilda en este dramático dúo escenificado con los intérpretes entregados, poderosos y dolientes, empaste ideal aunque afinación algo al límite y un piano a primera vista que nos privó de mayor satisfacción global para dos voces muy aplaudidas en esta gala.

Aún quedaba un mensaje en vídeo de la madrina de honor de la ONG, «nuestra» María José Montiel que con su homónima Moliner abrió puertas y dio esperanza a este proyecto. Finalmente la lectura del texto que canta Nirina la protagonista, ópera terapéutica, solidaria y un hito en Madagascar que esperemos disfrutar en Oviedo.

PROGRAMA:

Reveriano SOUTULLO (1880-1932) y Juan VERT
(1890-1931):

LA DEL SOTO DEL PARRAL: «Ya mis horas felices»

Federico MORENO TORROBA (1891-1982):

LA MARCHENERA, La Petenera

Umberto GIORDANO (1867-1948)

ANDREA CHÉNIER: «Nemico della patria»

Giuseppe VERDI (1813-1901)

RIGOLETTO, aria de Gilda «Caro nome»

Wolfgang Amadeus MOZART (1756-1791)

DON GIOVANNI, dúo «La ci darem la mano»

Giuseppe VERDI:

RIGOLETTO, dúo «Piangi, fanciulla, piangi»

Prensa:

Solidaridad con voces de lujo

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Sábado 14 de noviembre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Gala lírica de ópera y zarzuela a beneficio de «Kiva Mirando a India«. Beatriz Díaz (soprano), Jessica Pratt (soprano), Juan Jesús Rodríguez (barítono), Alejandro Roy (tenor), Oviedo Filarmonía, Julio César Picos (director). Obras de Verdi, Donizetti, Giordano, Cilea, Giménez, Moreno Torroba, Penella. Entrada: 23 €.

Cuarteto vocal de lujo para una gala solidaria donde también estuvo muy presente París, encabezada por el barítono onubense afincado en Madrid, que lidera la asociación «Kiva Mirando a India» dedicada a escolarizar niños en Belagola (estado de Karnataka) y con pase previo de un vídeo donde aparece parte de este proyecto.

Verdi es el gran renovador de la ópera y ocupó gran parte de esta velada solidaria, primero La traviata desde la obertura que sonó ideal con la Oviedo Filarmonía hoy dirigida por un conocedor del género como el maestro gijonés Picos, pasando por el «Sempre libera» de la soprano inglesa afincada en Australia Jessica Pratt pletórica en volumen y agilidades aunque una Violeta algo fría en este inicio, contestada fuera de escena por un Alfredo que sabíamos era el asturiano Alejandro Roy, antes del Giorgio Germont hoy en día sinónimo de Juan Jesús Rodríguez, impresionante en todos los aspectos ese «Di Provenza», y en un momento álgido que esperemos mantenga, antes de la llegada de nuestra Beatriz Díaz encarnando la Violeta enferma (avisaron de su catarro pero nadie lo diría) en el dúo «Madamigella Valery» con el «suegro», ideal de contrastes, musicalidad y juego de roles, bastón, carta y silla incluidos que nos metieron de lleno en la escena con un rol que la asturiana debutaba con sobresaliente. La otra ópera elegida nada menos que Otello donde Alejandro Roy cantó el «Dio mi potevi» asombrando en toda la gama vocal y dramática bien arropado por la orquesta, un tenor capaz de afrontar todo el amplio registro sin perder proyección, totalmente imbuido del personaje, continuando con el dúo «Talor vedeste in mano» que el Yago del andaluz mejoró al del Campoamor, par de voces empastadas y pletóricas en estos momentos de sus carreras, lamentando no tener más en Asturias a un elenco de casa que debe triunfar fuera. Como premonitorio de ésto la obertura de La forza del destino que abría la segunda parte y nos despedía de Verdi con la orquesta de la capital experta en foso y dominadora de este repertorio al igual que su director, algo mermada en efectivos pero compensado por la entrega de sus integrantes.
Si «Traviata» forma parte de mi mochila operística, puede que el grueso de ella sea Lucia di Lammermoor de Donizetti, tanto en vivo como en grabaciones, y Jessica Pratt no defraudó ni en «Regnaba nel silenzio» con todas las endiabladas agilidades, matices, registros extremos y toda la pirotecnia desplegada en la partitura, como tampoco en el dúo «Apressati Lucia… Sofriva nel pianto» que Enrico Juan Jesús Rodríguez completó y equilibró en emociones musicales, nuevamente rotundo y convincente.

Llegarían las arias de los asturianos, Alejandro Roy con «Colpito qui m’avete» de Andrea Chenier (Giordano) defendido con pasión y dominio escénico para un rol que le va como anillo al dedo, y Beatriz Díaz en «Ecco: respiro appena… Io son l’umile ancella…» de Adriana Lecouvreur (Cilea) verdaderamente increíble, sentido, con esa línea de canto tan bien dibujada, matices increíbles sin perder proyección pese a una orquesta detrás y no en el foso, pero especialmente un color inimitable y personal que delinea cada personaje de forma magistral.

La lírica aúna ópera y zarzuela porque exigentes son ambas e incluso más la española despojada de complejos cuando tiene calidad e intérpretes. El conocido intermedio de La boda de Luis Alonso (G. Giménez) hizo de puente para disfrutar nuevamente de la OFil, cómoda en el repertorio y aire elegido por Picos, cuadro bailable que preparaba dos joyas, la romanza de Vidal «Luché la fe por el triunfo» de Luisa Fernanda (Moreno Torroba) que Juan Jesús Rodríguez canta como nadie, y hay grandes intérpretes a lo largo de la historia,

más el dúo asturiano de El Gato Montés (Penella), Roy y Díaz como Rafaelillo y Soleá arrancando el «ooole» del respetable del pasodoble más universal «Torero quiero ser», y enamorando como la primera vez, pareja perfecta e idónea de tenor-soprano, ambos de casa, calidad más que contrastada, química y física musicales levantando al público que premió con merecidísimos aplausos este cierre de velada con dos asturianos universales a los que apenas podemos disfrutar en su tierra (de hecho Beatriz Díaz parte este domingo a Taiwán para el Carmina Burana de La Fura dels Baus).

Aún quedaban dos propinas de lujo, el dúo del barítono de Cartaya y la soprano de Bóo en La del manojo de rosas (Pablo Sorozábal) «hace tiempo que vengo al taller» renombrando la zarzuela en ópera española por todo lo que disfrutamos, y un aria en solitario de la británica, nada menos que «O luce di quest’anima» de Linda di Chamounix (Donizetti) en la línea de las grandes voces belcantistas, bien acompañada por una OFil siempre presente (por momentos demasiado) con Julio César Picos al frente cerrando un concierto de vértigo por la dificultad en concertar tantas y difíciles partituras en un esfuerzo digno de grandes batutas.

P. D.: Reseña en LNE del domingo 15.