Sábado 29 de marzo, 19:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo: musicAeterna, Teodor Currentzis (director). Bruckner: Sinfonía nº 9 en re menor, WAB 109 (Ed. Nowak). Fotos de Pablo Piquero, RRSS y propias.
Oviedo sigue siendo «La Viena Española» y está en el mapa de las grandes giras como esta del aclamado Teodor Currentzis (Atenas, 21 de febrero de 1972) con una de sus dos orquestas: musicAeterna (la otra (Utopía) tras Barcelona y Madrid, contando con precios que pueden parecer altos (67€ y 59€ frente a los 148€, 122€ hasta 42€ en el Auditorio Nacional de la capital), pero que son asequibles incluso para melómanos venidos de todas partes, optando por este concierto carbayón antes que en la capital de España donde los hoteles están encareciendo y ahuyentando a tantos buenos aficionados que se acercan al Auditorio Príncipe Felipe y pernoctan en nuestra tierra, demostrando que apostar por la música y optar a Capital Europea de la Cultura en 2031 es siempre una inversión.
Probablemente este concierto del greco-ruso con esta «su orquesta», lo que le permite elegir a los músicos (ahí estaba nuestro Gabriel Ureña en los chelos) y ensayar a fondo cada programa -nada habitual en el resto del mundo- era el mejor reclamo para un auditorio con una entrada para la ocasión, grandes expectativas desde el anuncio de esta temporada y a lo largo de la semana con entrevistas y reportajes en los medios de difusión asturianos (aquí dejo un par de ellas).
En este tour español de musicAeterna con Currentzis traían la Segunda de Mahler y la Novena de Bruckner, dos monumentos sinfónicos donde poder reconocer y disfrutar de este «orquestón» con una plantilla apropiada para afrontar estos gigantes del siglo XIX, emparentados por muchas circunstancias como contaba el propio director en la entrevista para Codalario de noviembre pasado :
«Estas son el tipo de obras que, a mi juicio, crearon una nueva era del sonido y de la profundización en las emociones del ser humano. Son obras muy importantes y, para mí, son el punto de partida en la cronología del posromanticismo y expresionismo, porque después de La novena de Bruckner llega el silencio de la modernidad. Después de La quinta de Mahler llega la última batalla de la complejidad. Sencillamente son obras muy importantes, tanto para la orquesta como para el director, y este último debe determinar cuál es el camino correcto para reflejar y traer a la luz estos temas. Mostrar qué «significa» esta música».
También mi admirado doctor Ortega Basagoiti para Scherzo relaciona a los dos compositores, que para la obra póstuma e incompleta del organista de San Florián (Linz) a partir de los 10 contrabajos se puede calcular el volumen en todos los sentidos de esta «obra en el límite» como titula las notas al programa ovetense el compositor Alfredo Aracil, con 3 flautas, 3 oboes, 3 clarinetes, 3 fagotes, 8 trompas (5ª, 6ª, 7ªy 8ª = tubas wagnerianas), 3 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales y la amplísima cuerda.
La Novena de Bruckner con dedicatoria «al buen Dios» (dem lieben Gott) quedó en tres movimientos pero está «completa», como flotando sublimemente y en última instancia en el éter (Currentzis mantuvo los brazos en alto más de diez segundos con un silencio respetuoso y emocionante) al final del Adagio ‘Lento, solemne’ tras una hora de ángeles y demonios, de luchas y victorias, de toda la espiritualidad benedictina del organista y compositor vienés, «la sencillez y la monumentalidad, la mística y la artesanía, los contrastes y el lirismo» como escribe Aracil, y con un Currentzis al frente de esta «misión posible» que emocionó a un auditorio puesto en pie al final del concierto. El director hace diez años ya confesaba en una entrevista a la asturiana Lorena Jiménez en Pro ópera (merece la pena leerla completa) que “La música es una cosa aburrida, es pura matemática. Pero la música adquiere vida cuando está envuelta de espiritualidad” y en este sábado primaveral estuvo clara la espiritualidad tan marcada de un maestro que no deja indiferente a nadie (sin entrar a calificarle de transgresor o egocéntrico).
El Feierlich, misterioso marcaría el rumbo a seguir, con una cuerda maravillosa sonando homogénea desde el primer compás tan desgarrador, compacta, rica en matices extremos que se mantuvo siempre presente incluso en los fff del resto. Pero toda la orquesta funciona a la perfección: equilibrada, empastada, con unos solistas de excepción (destacar a la flautista Anna Komarova y el oboe de Maxim Khodyrev) más unos metales que refulgen en los grandes momentos y encantan en los ppp, dotando a esta formación de una sonoridad rotundamente delicada (o delicadamente rotunda), junto a los siempre presentes y ajustados timbales de Dmitry Klemenok con un amplio juego de baquetas matizando cada intervención suya. Currentzis no necesita batuta ni podio, todo en él fluye como la propia partitura que apenas mira, se mueve para los fraseos en los violines (enfrentados) o los cellos que cuando los doblaban los contrabajos daban esa contundencia hasta en los momentos más delicados. Se retuerce, apunta con los dedos, exprime cada tema con una lectura interiorizada donde todos responden en un juego permanente de tensión-relajación hasta extremos casi imposibles.
Si el primer movimiento alcanzó momentos álgidos con un amplio catálogo de dinámicas, el Scherzo: Bewegt, lebhaft; Trio. Schnell sería aún más impactante. Currentzis juega con los acentos, empuja, juega con los cambios de aire con una viveza aplastante por momentos, dotando cada frase de protagonismo en una verdadera cascada de matices que parecían la lucha interior cual llamada a la inevitable muerte de Bruckner: ángeles y demonios, el misterio de una cuerda como poseída (impresionaba ver los arcos movidos con la máxima energía), con unos pizzicati en la cuerda incisivos, precisos y preciosos para mantener su presencia sin ser devorada por los metales, éstos capaces de sonar como un inmenso órgano lleno de registros (¡qué tímbrica alcanza con las tubas wagnerianas!) donde las lengüetas de la madera enriquecieron cada intervención, todos capaces de unos balances perfectos para escuchar todo lo escrito en el punto justo, exorcismos con pausas que invitaban a la reflexión por parte de intérpretes y público.
Y final con el Adagio ‘lento, solemne’, plegaria de violines, las variaciones con temas anteriores del propio Bruckner, la sección en forma de coral que él titula como “Abschied von Leben” (Despedida de la vida), los silencios inquietantes que subrayan lo siguiente: la incomprensión y el dominio de dinámicas con que Currentzis parece hipnotizar a todos. El final transmite esa paz que corroboró el maestro con todos «congelados» desde un sepulcral respeto antes de los atronadores aplausos y bravos.
Una Novena de Bruckner que se quedará en la memoria de todos los presentes y un hito más en este auditorio donde la música parece quedar impregnada en cada rincón que por momentos parece devolvernos la espiritualidad de tan grandes obras sinfónicas que en él hemos disfrutado. Currentzis se suma a mi listado emocional dedicado «al amado Dios» (dem lieben Gott).
Anton Bruckner (Ansfelden, 4 de septiembre de 1824 – Viena, 11 de octubre de 1896):
Sinfonía n.° 9 en re menor, WAB 109 (1896)
I. Feierlich, misterioso
II. Scherzo: Bewegt, lebhaft; Trio. Schnell
III. Adagio: Langsam, feierlich








































































































