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Grande Barbieri en sus 200 años

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Jueves 23 de febrero, 20:00 horasTeatro Campoamor (Oviedo), XXX Festival de Teatro Lírico Español: «Pan y Toros», zarzuela en tres actos. Música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023).

Critica para Ópera World del viernes 24 de febrero, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos de las RRSS, propias y de Alfonso Suárez, y tipografía que a menudo la prensa no admite.

Oviedo puede presumir de su oferta musical, a la que llevo tiempo llamando “La Viena española”, siendo igualmente capital de la lírica española pues tiene la segunda temporada de ópera más antigua, tras el Liceo barcelonés, y la única en mantener un ciclo estable de zarzuela junto al teatro de la madrileña calle Jovellanos.

Finalizada la primera tras 75 años ininterrumpidos a la que ni la pandemia logró callar, comienza ahora la segunda que cumple su trigésima edición comenzando con un título tan emblemático de nuestro género como «Pan y Toros» en el bicentenario de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023), una “zarzuela grande” en todos los sentidos, equiparable sin complejos a la ópera, en esta celebración de altura con la misma producción estrenada en Madrid el pasado mes de octubre, y el mismo elenco salvo ligeros cambios en algunas voces, así como la dirección musical (Virginia Martínez) junto al coro Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” y Oviedo Filarmonía (OFIL), ambas formaciones titulares de este Festival de Teatro Lírico Español ovetense que sigue llenando el Teatro Campoamor.

Un público cada vez más joven, que ha subido los abonados, compartiéndolo con los ya veteranos, por lo que se debería intentar recuperar más funciones (últimamente solo dos) pues ya no hay más restricciones – solo económicas- y el éxito ante esta demanda debe atenderse para mantener una afición que viene a Oviedo desde distintos puntos de la geografía, recordando que la música también vende, y bien cuando hay calidad como en la capital asturiana.

Juan Echanove, director teatral de la obra, señala en el programa madrileño que “es una producción espectacular” volcándose para elaborar un discurso en el que Goya está en el centro, «porque el pintor está, por un lado, en el mundo de los reformistas, pero también en el cerrado mundo de la Corte borbónica, en el incesante trasiego popular madrileño y en el populista mundo de la tauromaquia». Goya está en todos estos entornos, pero siempre desde la contemplación crítica. Y las dos Españas siguen vigentes hoy en día desde la “pintura musical” de Barbieri con la ficción histórica de Picón -la realidad siempre la supera- brillando los tres actos de este “ruedo ibérico” como bien lo explica Echanove en este acercamiento a nuestra lírica con verdad y humor alrededor del “cabezón” de Fuendetodos. Aunque los giros de la plataforma se intentasen tapar con castañuelas, por momentos chirrió un poco, pero en general una excelente propuesta global con excelente video-escena de Álvaro Luna a la que sumar el vestuario de Ana Garay y la coreografía de Marina Barrero, brillando con la iluminación de Gómez Cornejo.

De Barbieri, a quien su biógrafo Emilio Casares llama “anarquista intelectual”, daría para muchas páginas y el perfil del compositor lo equipara a los grandes románticos de la segunda mitad del XIX y en cierto modo fundador de nuestro Nacionalismo, poniendo en la balanza “Pan y Toros” -nada menos que con 299 representaciones en su momento- junto a “El barberillo de Lavapiés” al nivel de su admirado Rossini, de Wagner y hasta de Verdi (a quien nunca perdonó no le contestase en su primera visita a Madrid), siendo más operística esta que nos ocupa, por cercana a la ópera cómica francesa en aquella Europa que Asenjo Barbieri conoció de primera mano desde sus múltiples facetas (musicólogo, bibliófilo, compositor o director) como buen humanista y millonario.

Mantener todo el grueso vocal de Madrid supuso tener mucho avanzado y trabajado, especialmente en los diálogos para actores que cantan y unas voces que actúan, por lo que la calidad global en los personajes principales, todos bien definidos por Barbieri, se pudo apreciar desde que se levantase el telón. Los dos mundos contrapuestos tan nuestros y actuales en esta ficción histórica, lo que el profesor Casares, editor de esta partitura denomina tres líneas o estratos: a) Europeo o neutro, con un lenguaje internacional y símbolos reconocibles como La Marsellesa; b) Hispano culto y religioso, dúos, tríos, cuartetos, concertantes o coro; y c) Hispano popular, donde no faltó la rondalla, el pueblo y hasta la tauromaquia (de faltar que sea el pan, pues se parafraseó a Juvenal que escribía hace dos mil años panem et circenses). De todo ello y más habló en la primera de las conferencias para “La Castalia” -entroncadas este quinto año con el XXX Festival- celebrada en el ovetense Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) el día antes.

Auténtica acción escénica sin descanso en este “ruedo ibérico” del Goya-Echanove, bailarines y figurantes dando color y calor, pese a alguna castañuela fuera de ritmo, musicalmente algo desequilibrada toda la función con algunos desajustes entre foso y escenario pese a los intentos de la maestra Martínez. Por ello quedó deslucido en parte el coro titular de la Capilla Polifónica aunque escénicamente cumplieron, y mejor en los coros de mujeres con el Abate y los hombre cortesanos, todos del tercer acto que fue dándoles confianza.

Oviedo Filarmonía se mantuvo al buen nivel habitual pese a los comentados desajustes, pero con buenas dinámicas, especialmente en la conocida marcha y coro de La Manolería Al son de las guitarras y seguidillas donde se hubiese necesitado una rondalla más nutrida para conseguir el balance ideal, más dos buenas introducciones instrumentales abriendo cada parte de la representación. El trabajo de Virginia Martínez se notó por la atención al detalle, incluso blandiendo el abanico rojo ayudando al “coro en el coso”, pero no alcanzó la concertación ideal que hubiese redondeado un espectáculo de más enjundia para este Barbieri grande.

Del amplio reparto, que suele ser un hándicap para programar este «Pan y Toros», así como los muchos diálogos que obligan a un esfuerzo interpretativo mayor, sumándole el “no parar” con tantos concertantes, entradas y salidas de escenas, puso a prueba todos y cada uno de los personajes, siendo aplaudida en cada aparición, triunfadora de la noche la mezzo Cristina Faus como princesa de Luzán que demostró su buen momento: proyección perfecta, matices con mucho gusto, empaste con sus compañeros (la romanza del escapulario con “El Capitán Quiza” lo mejor de la noche, y hasta todos los concertantes, aplaudiendo incluso antes de finalizar, caso del número 10-B que cerraba el segundo acto), y musicalidad a raudales, sin olvidar unos diálogos de dicción perfecta.

Yolanda Auyanet mantuvo el tipo como Doña Pepita aunque más cómoda en los agudos que permitieron escucharla en los concertantes. Personaje enfrentado a la Princesa, el público tomó partido por la corona. Borja Quiza, sin descanso ovetense tras su Don Carlo operístico, sigue demostrando una enorme capacidad para estos roles que exigen cantar y actuar, si bien la voz ha perdido algo de frescura y limpieza en los agudos, pero mantiene una escena imponente además de la proyección suficiente para los muchos concertantes de Barbieri.

El Corregidor de Pedro Mari Sánchez fue a la inversa: un gran actor que lleva toda la vida sobre las tablas y además canta, aunque no lo suficiente para un reparto tan lírico como este, pero la zarzuela siempre ha tenido estos roles, si bien el celebrado compositor madrileño exige más de lo previsto en esta “zarzuela grande”. En el caso del Abate Enrique Viana los años no perdonan la voz aunque mantenga un fiato y volumen increíbles, pero su vibrato en los agudos no compensa una actuación más contenida de lo que en él es habitual, destacando su contradanza del segundo acto con el coro de mujeres.

Buena faena de los tres espadas, de los relatos a los “astados” exigentes: grande el Pepe-Hillo de Carlos Daza, que supo a poco su excelente intervención; digno de vuelta al ruedo el Costillares del mierense Abraham García en su canción Por lo dulce las damas jolín (nº 7-B) completado por el Romero de Pablo Gálvez, verdadera torería cantada la de don Francisco Asenjo, sumándose a los cortesanos del final, para ampliar la presencia vocal de todo el coro.

No defraudó el Goya de José Julián Frontal en sus muchas intervenciones, un artista polifacético que canta y actúa, desgranando un rol que parece escrito para él.
Breves y necesarios los demás personajes en una actuación que si les llamásemos cuadrilla por “el arte de Cúchares” sería de aliño, cumpliendo sobradamente La Tirana de la ovetense Mª José Suárez, también gran actriz, La Duquesa gijonesa Bárbara Fuentes o el General mallorquín Pablo López. Interesante la aportación de otro polifacético de la escena como Alberto Frías, El Santero, y bien los “ciegos” de excelente proyección hablada (especialmente Sandro Cordero) aunque no suficiente entre tantos cantantes. Aún más breve la aparición de Javier Blanco (El del pecado mortal) que obligado a cantar al fondo de la caja escénica no permitió disfrutar de su voz en toda su expresión. Y el esperado Jovellanos de César Sánchez con gran presencia pero algo opaca, tal vez por el frío.

Merecido homenaje en el bicentenario de Francisco Asenjo Barbieri con una propuesta escénica interesante, documentada, agradecida visual y musicalmente (bellísima la escena 10-A de la procesión enmarcable en el “estrato” Hispano culto y religioso), algo desigual pero que en la segunda función seguro sonará más equilibrada una vez estrenada este frío jueves 23F.

Ficha:

Teatro Campoamor (Oviedo), jueves 23 de febrero de 2023, 20:00 horas. XXX Festival de Teatro Lírico Español: «Pan y Toros», zarzuela en tres actos. Música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el 22 de diciembre de 1864. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Conmemoración del bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri (1823-2023). Edición crítica de Emilio Casares y Xavier de Paz (Ediciones Iberautor Promociones Culturales, SRL) / Instituto Complutense de Ciencias Musicales ICCMU, 2001).

Reparto:

DOÑA PEPITA: Yolanda Auyanet –LA PRINCESA DE LUZÁN: Cristina Faus – EL CAPITÁN PEÑARANDA: Borja Quiza – LA TIRANA: María José Suárez – GOYA: José Julián Frontal – LA DUQUESA: Bárbara Fuentes – EL ABATE CIRUELA: Enrique Viana – EL CORREGIDOR QUIÑONES: Pedro María Sánchez – PEPE-HILLO: Carlos Daza – PEDRO ROMERO: Pablo Gálvez – COSTILLARES: Abraham García – EL GENERAL: Pablo López – EL SANTERO: Alberto Frías – JOVELLANOS: César Sánchez – LA MADRE CIEGA: Lara Chaves – EL PADRE CIEGO: Sandro Cordero – EL NIÑO: Julen Alba – EL DEL PECADO MORTAL: Javier Blanco – EL MOZO DE CUERDA: Alberto Pérez – VENDEDORES: Marina Acuña, Dalia Alonso, María Fernández, Dolores Sánchez, Eugenia Ugarte, Fernando López, Lorenzo Roal – BAILARINES – FIGURANTES: Alberto Aymar, Julia Cano, Davicarome, Teresa Garzón, Sonia Libre, Úrsula Mercado, Inés Narváez-Arrospide, Karel H. Neniger, Esther Ruiz, Gonzalo Simón, Fernando Trujillo.
DIRECCIÓN MUSICAL: Virginia Martínez – DIRECCIÓN DE ESCENA: Juan Echanove – ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Ana Garay – ILUMINACIÓN: Juan Gómez Cornejo (AAI) – COREOGRAFÍA: Manuela Barrero – VÍDEO ESCENA: Álvaro Luna.

Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL), Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo”, coro residente del Festival de Teatro Lírico Español (dirección del coro: José Manuel San Emeterio Álvarez), Rondalla: quinteto de la “Orquesta Langreana de Plectro” (directora: Seila González).

Sangría, jamón y zarzuela «Off»

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Sábado 12 de febrero de 2022, 19:30 horas. Teatro Campoamor de Oviedo, XXIX Festival de Teatro Lírico Español, Oviedo: Off. Zarzuela, The Land of Joy (La tierra de la alegría) de Joaquín Valverde Sanjuán. Entrada butaca (con descuento para los abonados al Festival):  16 €.
Reseña para Opera World del domingo 13, con los añadidos de links (siempre enriquecedores), fotos propias y tipografía, cambiando muchos entrecomillados por cursiva que la prensa no suele admitir.

En Oviedo la ópera finaliza y da el relevo a la zarzuela que alcanza en este año su vigesimonovena edición, aunque con un título fuera del ciclo con representación única, supongo que de ahí lo de OFF Zarzuela, pues se trata de una revista u opereta angloespañola, que así se definía entonces, bilingüe y estrenada en Nueva York en 1917, rescatada y recuperada por la musicóloga Miriam Perandones. En su momento supuso todo un reto aunar la llamada música ligera en la que Quinito Valverde era una figura reconocida además de digno heredero de su padre Joaquín Valverde Durán, con las melodías del gusto americano que tanto nos recuerdan los musicales de Broadway donde también sería representada esta «Tierra de la alegría» que viajaría con éxito por Europa antes de saltar el charco.

Buena idea de promocionar nuestra España con todos los tópicos del momento, toros y flamenco, folklore y zarzuela todo en uno para una campaña turística que hubiese firmado el mismísimo Fraga Iribarne unos lustros después, añadiendo jamón rancio y sangría con vino barato. Difícil trasladar de época este «pastiche» de números musicales bien orquestados por Borja Mariño y con un trío lírico de altura que sólo pudo defender sus intervenciones con la máxima dignidad, al igual que el coro de mujeres de la «Capilla Polifónica» o la propia Oviedo Filarmonía con Pérez-Sierra al mando.

La adaptación del libreto resultó sin gracia, histrionismo contagioso por parte de Alberto Frías cual López Vázquez, los Ozores o el «landismo» de los últimos años de dictadura fuera de toda la actualidad o renovación buscada, si bien la idea primigenia era «reírse de los tópicos». Salvo el final del aclamado, mediático y popular Rodrigo Cuevas interpretándose a sí mismo, el más aplaudido de un trío de cantantes con textos hablados que no encajaban ni pegaban con los cantados en un intento de dar cohesión a una trama pobre en «decorados». Las proyecciones de collages variados (desde Curro Jiménez o El Quijote, hasta un caducado y descolorido jamón más un Arguiñano que en los 60 debería estar de «pinche de cocina«) no sirvieron para suplirlos, ni tampoco contribuyeron a dar empaque un atrezzo hecho sobre la marcha y una ¿puesta en escena? donde hasta las chicas resultaban perdidas con unos movimientos poco acompasados, aunque defendiendo bien tanto su primer número de «taquimecanógrafas» como la socorrida corrida de toros sevillana en una Feria de Abril con este frío carnavalesco, números cantados con mascarilla,  Con todo, la música siga siendo la mejor terapia y así debíamos entender esta «tierra de alegrías» que no fue pareja entre lo visto y lo escuchado, echando a perder una oportunidad de rescatar del olvido unas partituras que probablemente volverán al cajón.

Una lástima tener a tres voces que brillaron más en los «números ingleses», apropiados a sus tesituras, pues los españoles mantenían unos registros tan extremos que no quiero imaginarme cómo sonarían hace más de cien años. Cantados por Beatriz Díaz, de nuevo completa actoral y vocalmente, pero encasillándola en unos papeles que no le hacen justicia; otro tanto de Marina Pardo, lidiando con un rol poco agradecido para su color, y David Menéndez, al que llamaban Bogart cuando la trama era la del cafetero Cluny que así figuraba en el programa, soportando las morcillas literales o unos «Clavelitos» que no eran el hit de la tuna sino un nuevo intento de risa fácil.

El «espanglish» ya trasnochado (chechan of chan) tampoco resultó simpático para esta sociedad actual, y la provocación llegaría con Rodrigo Cuevas, el único amplificado del reparto, cuya «Serafina» fue de cuplé drag-queen que parte del público que llenaría el Campoamor, esperaba como fin de fiesta. No importaron los bien cantados dúos de Díaz y Menéndez (There’s A Chapter) o el buen hacer de Pardo, tampoco los esfuerzos femeninos del coro y la ilusión de tres de ellas en su minuto de gloria. Tampoco la sonoridad cercana y cuidada de la orquesta titular del festival, sin Lucas Macías pero con José Miguel Pérez-Sierra, máxima profesionalidad en todos ellos para defender lo indefendible en una hora y media de espectáculo. Todo parecía encaminarse al espectáculo final, verdadero reclamo del autodenominado «agitador folclórico», buena publicidad de la agencia del embaucador Alberto Albert para un mal montaje que echó por tierra toda la campaña prevista en el guión, aunque los «guiris» sigan eligiendo España de destino turístico, olvidando que no solo tenemos sangría y jamón, con la zarzuela mal empleada como banda sonora.

Ficha:

Teatro Campoamor de Oviedo, sábado 12 de febrero de 2022, 20:00 horas. The Land of Joy (La tierra de la alegría). Música: Joaquín Valverde Sanjuán. Libreto: Eulogio Velasco, José F. Elizondo y Ruth Boyd Ober. Revista angloespañola en dos actos y un prólogo, estrenada en el Park Theatre de Nueva York el 31 de octubre de 1917, recuperada por Miriam Perandones LozanoSalma YerBeatriz Díaz. Lola RubioMarina Pardo. David Cluny / H. BogartDavid Menéndez. Alberto AlbertAlberto Frías. Rodrigo «El Adivino» / Lola MontielRodrigo Cuevas. Dirección musical, José Miguel Pérez-SierraOviedo Filarmonía. Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Dirección del coro, José Manuel San Emeterio. Dirección de escena, Bárbara Lluch. Arreglos musicales, Borja Mariño. Adaptación del libreto, Susana Gómez. Vestuario, Clara Peluffo. Diseño de iluminación, David Hortelano.